Aquí huele a ‘botellón’

Los vecinos de Areal y García Barbón quieren más vigilancia, más limpieza y mano dura con las conductas incívicas. Los domingos por la mañana, su barrio es otro.
Las calles se convierten en barra, pista y servicio todos los sábados por la noche.
Las calles se convierten en barra, pista y servicio todos los sábados por la noche.
M. Vila
Las calles se convierten en barra, pista y servicio todos los sábados por la noche.
Roupeiro, Areal, Fonte do Galo, Inés Pérez de Ceta y los alrededores de la iglesia de Santiago de Vigo son, un domingo por la mañana cualquiera, lugares muy reveladores. No hace falta preguntar cuál es el principal problema de los vecinos que viven en el distrito número dos, el más céntrico de todos. Los efectos molestos del botellón y la movida noctura se ven y se huelen sin esfuerzo alguno.Más limpieza, más vigilancia y mano dura con las conductas incívicas en las inmediaciones de los locales de copas es lo primero que piden al Concello los responsables de la asociación vecinal Fonte do Galo, la más afectada por la movida nocturna. Y por el transporte diario de pescado, porque en la calle Areal, a veces, huele a lonja.

Las aceras son traidoras

Las obras se hacen para mejorar, pero en ocasiones no se consigue del todo. La polémica humanización de Alfonso XIII, con un retraso de cuatro meses, les ha hecho un flaco favor a algunas de las antiguas viviendas de la zona. Las nuevas aceras son anchas, sí, pero también demasiado altas, lo suficiente para que el agua se filtre al interior de algunos pisos cuando llueve con fuerza.

La renovación de Areal es una asignatura pendiente que la ciudad espera sacarse de encima como contrapartida a la ampliación del puerto. Y es que urge: las pistas deportivas están tan demandadas como deterioradas y junto a la rotonda que da acceso a la ronda litoral, justo enfrente del antiguo Rectorado y futura Alcaldía, hay un solar que todos utilizan como aparcamiento improvisado.

Sentarse tampoco es fácil en el centro. Dos arterias tan bulliciosas como García Barbón y Rosalía de Castro   carecen por completo de bancos en los que esperar un autobús, hacer tiempo antes de una gestión o descansar de un largo paseo. Y lo mismo ocurre en las calles de los alrededores.

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