Reforma para el anacrónico y colonialista Museo Real del África Central de Bélgica

  • El centro público, en Tervuren (Bélgica), fue ideado por Leopoldo II para mostrar el potencial de la colonia del Congo en la Exposición Universal de Bruselas en 1897.
  • La naturaleza del centro está condicionada por la visión paternalista y salvadora del europeo "llevando la civilización" al Congo.
  • Estigmatizado como decadente, el museo cerrará durante tres años para realizar un "cambio drástico" en su apariencia y  planteamiento.
Exterior del Museo Real de África Central, en Bélgica
Exterior del Museo Real de África Central, en Bélgica
Foto: Rolf Müller
Exterior del Museo Real de África Central, en Bélgica

Es el último museo colonialista, un vestigio del dominio de Bélgica sobre la actual República Democrática del Congo desde 1885 a 1960. Fue producto de la soberbia del rey Leopoldo II (1835-1909) y ahora se erige como un testimonio decadente, anacrónico e incómodo para el visitante actual. Los responsables del centro, público, quieren acabar de una vez por todas con ese estigma.

Los objetos, animales disecados, minerales, mapas y diarios que componen la colección permanente del Koninklijk Museum voor Midden-Afrika (Museo Real del África Central) —en Tervuren, en la provincia del Brabante flamenco (Bélgica)— están inevitablemente dominados por la visión paternalista y salvadora del colono "llevando la civilización" al Congo.

Nada más entrar en el palacio, en la planta circular, cuatro grandes estatuas doradas (creadas por el escultor Arsène Matton en 1911) representan alegorías del progreso europeo. Algunas de las desmesuradas figuras de cánones clásicos abrazan con condescendencia a niños y jóvenes africanos a los que también dominan. Bajo cada personaje áureo, sobre el suelo y de color oscuro, hay esculturas (a una escala mucho menor) de jefes de tribu y de supuestos congoleños fabricando o usando herramientas básicas.

"Un hilo narrativo completamente nuevo y original"

A pesar de los intentos de los últimos años por cambiar su fama y convertir la polémica en conciliación, mostrando las caras más oscuras del colonialismo y documentando la trayectoria del país centroafricano a partir de su independencia en 1960, el espíritu original pesa demasiado sobre cualquier reforma ligera y los responsables del centro han anunciado un "cambio drástico" en la apariencia y el planteamiento.

Disfrazado de "renovación urgente" de "infraestructuras" —aunque mencionando un "hilo narrativo completamente nuevo y original"— el Museo Real del África Central se someterá a una profunda actualización que comenzará a finales de noviembre y durará tres años. A su reapertura en mayo de 2016, con la intención de transformar la exposición permanente asesorándose por "expertos externos y representantes de la diáspora africana", quieren ofrecer a los visitantes una visión del "África contemporánea" con temas relativos a los recursos naturales, la biodiversidad y la historia desde un punto de vista actual.

La operación es un reto para los organizadores, que se ven obligados ahora a darle la vuelta a la naturaleza de la galería, ideada por el rey Leopoldo II para mostrar el potencial de la colonia, seducir a inversores e inspirar orgullo nacional.

Un exterminio de 10 millones de congoleños

Cuando se celebró la Exposición Universal en Bruselas en 1897, el monarca ordenó que se dedicara el edificio de Tervuren a exhibir el exotismo del entonces denominado Estado Libre del Congo. Había muestras de las explotaciones de café, cacao y tabaco; animales embalsamados recreando sabanas e incluso en los jardines se hizo una réplica de un poblado africano al que llevaron a 60 nativos con el fin de que lo habitaran. La iniciativa tuvo tanto éxito que en 1898 se convirtió en museo.

No hay que olvidar que Leopoldo II comenzó siendo en 1885 dueño y señor de la colonia. Patrocinó expediciones a la zona y mandó un ejército de mercenarios europeos para forzar a los habitantes del Congo a trabajar en condiciones de esclavitud. El territorio era propiedad privada del monarca y sólo a su muerte pasó a ser de Bélgica.

Multimillonario a partir de las vastas explotaciones de caucho y marfil, puso a su país a la altura de otras potencias colonialistas como Francia o el Reino Unido. El desmesurado ritmo de producción se mantenía con la mano de obra esclava de los nativos, que eran asesinados ante cualquier señal de desobediencia. Se calcula que 10 millones de congoleños murieron exterminados sólo durante el nefasto régimen de Leopoldo II.

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