El síndrome del pene pequeño

El 'síndrome de Koro' es una deformación infundada que el cerebro hace del propio pene. Se basa en la disminución progresiva del tamaño del mismo y causa episodios de pánico en el que lo sufre

¿Te imaginas ver como tus órganos sexuales disminuyen de longitud día a día sin que tu puedas hacer nada? Mejor no tener que ponernos en el 'pellejo' de las personas que sufren el llamado 'síndrome de Suk Yeong' o, lo que es lo mismo, de cabeza de tortuga o Koro.

A pesar de que nos pueda resultar gracioso, no lo es para el que lo padece. Este trastorno psiquiátrico se ha dado lugar en países de Oriente como China, Japón o la India, casualmente lugares en los que se dice que el hombre autóctono no tiene las medidas que, por ejemplo, Nacho Vidal disfruta. En 1967 hubo un brote del síndrome en Singapur, donde la población llegó a pensar que sus penes habían sido robados.

Con los pies encima del suelo, se estudiaron otras posibilidades que dieran fundamento a esta psicopatía. El enfermo (o enferma en algunos casos) ve como progresivamente sus genitales van disminuyendo de tamaño hasta ser engullidos por el propio cuerpo. Nada más allá de la verdad. Es nuestra mente la que deforma la realidad de la misma forma que una anoréxica se ve con michelines. El problema no es tanto físico como psíquico, pues lo que realmente crea es un estado de ansiedad que en algunos casos, sin un tratamiento adecuado, puede llegar a provocar esquizofrenia.

Tratamiento del lazo rojo

La persona que lo padece debe ser consciente de su problema (psíquico), pues el físico es el tamaño natural de su pene y eso no se puede cambiar. Algunos hombres, incluso, recurren a técnicas como la de poner peso en su pene o estirarse el miembro y lograr ganar unos centímetros de más. Inútil a la par que malo para la salud.

Se ha comprobado que una de las prácticas más eficaces es la de colocar un lazo rojo en la base del pene, de tal forma que aunque no veamos el pene, el lazo sigue estando atado de algo que cuelga entre las piernas. El paciente verá que, a pesar de ser pequeño, nadie se ha atrevido a robarle su tan amado órgano sexual.

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