El bar más antiguo de Ourense donde se consumen 700 kilos de pepinillos al año: "El secreto es nuestro vinagre"

Bocadillos de Bar El Pepinillo.
Bocadillos de Bar El Pepinillo.
Carolina G. Nombela
Bocadillos de Bar El Pepinillo.

Si haces un repaso por todas esas veces que has pisado Galicia, seguro que has aprovechado la ocasión para ponerte hasta arriba de percebes y zamburiñas, para comer un buen chuletón de rubia gallega, para disfrutar de la jugosidad de la tortilla de Betanzos o para brindar con los tuyos albariño en mano, que la ocasión lo merece. 

Pero la gastronomía gallega también la escriben los vinos de cosecha propia y las tapas de los furanchos, además de las casas de comida que han pasado de generación en generación donde las recetas no han variado ni un poquito, porque lo que funciona, no hay por qué tocarlo. 

Algo así piensan Andrés y Suso Fernández, los actuales capitanes del bar El Pepinillo, que lleva nada menos que 75 años haciendo lo que mejor se le da: hacer felices a sus clientes. 

Si has pasado en alguna ocasión por la capital ourensana, no habrás perdido la oportunidad de salir a tapear por Los Vinos, la zona vieja de la ciudad con un encanto especial donde acudir a cada uno de los locales a por su tapa estrella. La tortilla de patata del O Frade, el pincho picante de El Perico, el montado de jamón asado del Fuentefría, las orejas con pimentón del Orellas, o la tapa de pulpo y cachelos en Casa do Pulpo. 

Muy cerca de Los Vinos, en la céntrica rúa Reza, se encuentra uno de esos bares con solera, de toda la vida, con un encanto especial para lugareños y forasteros, y es que El Pepinillo lleva más de 70 años repartiendo bocadillos y sirviendo tapas de pepinillos casi a precio de coste en un local que no ha perdido su esencia. 

Un lugar con tres generaciones

Aunque en la actualidad Andrés Fernández y su cuñado Suso son quienes ponen en marcha todos los días la picadora, que con más de 80 años sigue haciendo su servicio como el primer día, y encienden la plancha para servir entre 250 y 300 bocadillos diarios, se podría decir que cuando el abuelo de Andrés puso en marcha este negocio, ellos no estaban ni en proyecto. 

Además de ser uno de esos locales emblemáticos de Ourense donde han acudido a comer sus bocadillos de pepinillos generaciones enteras de familias, presume de ser uno de los bares más antiguos de la ciudad: "El Pepinillo es el bar más antiguo de Ourense que se conserva en el mismo local y por la misma familia, sin duda. Sí que hay otros bares más antiguos, pero cambiaron mucho de dueños", asegura Andrés Fernández. 

"El Pepinillo es el bar más antiguo de Ourense que se conserva en el mismo local y por la misma familia"

"Yo soy la tercera generación. Empezaron con el bar mi abuelo y el tío de mi padre, pero antiguamente era más bodega que bar, no se vendían bocadillos de aquellas ni se llamaba El Pepinillo, se le puso este nombre cuando empezamos a traer pepinillos como encurtidos", explica Fernández sobre los orígenes de El Pepinillo. 

Se podría decir que el bar El Pepinillo no eligió su nombre, sino que el nombre le eligió a él: "El bar en un comienzo se llamaba O Laurel, porque antiguamente cuando venía el vino nuevo se ponía una rama de laurel en las puertas de los bares, y así la gente sabía que ya estaba el vino nuevo. Algo parecido a los furanchos donde se vendía vino a granel, se vendía licor café, orujo de hierbas… y se empezó a servir aceitunas y pepinillos como tapa, pero la gente lo empezó a meter en el bocadillo, y se empezó a conocer como El Pepinillo. El nombre oficialmente se cambiaría en la década de los 50", confiesa Andrés sobre el nombre del este mítico bar.

Los pepinillos, los reyes de la carta

Hay ourensanos que aseguran que da igual cuántos pepinillos pruebes en tu vida, que por mucho que busques, ninguno sabe como los de El Pepinillo, que bien le han valido el nombre al lugar. 

Bocadillo de panceta y pepinillo.
Bocadillo de panceta y pepinillo.
Carolina G. Nombela

"Son pepinillos de un calibre 20-30 y vienen en vinagre. En América se vende mucho el pepinillo dulce, pero aquí es el amargo, el que viene encurtido en vinagre, el que pica. Todo lo que utilizamos es de origen español. Los pepinillos, por ejemplo, los compro en Benavente, a una empresa de encurtidos de toda la vida", asegura Andrés sobre este producto del que compran, nada menos, que 700 kilos al año. 

"Son pepinillos de un calibre 20-30 y vienen en vinagre"

Sobre qué hace tan especiales los pepinillos de este lugar, Fernández confiesa que el vinagre, pero no en el que vienen, sino en el que ellos mismos los meten. "Los pepinillos vienen en vinagre, y yo los saco de ese vinagre y lo meto en mi vinagre", asegura el gerente, quien confiesa que "este proceso de cambiar de vinagre lo hacemos porque el vinagre en el que vienen los pepinillos es normal y corriente, pero el mío es vinagre propio hecho con vino blanco, y es el toque que los hace especial".

Una vez los pepinillos han cogido todo el sabor que buscaban del vinagre casero en el que se les sumerge en este bar, se preparan para ser servidos a destajo: "Los laminamos de dos formas: a lo largo, para meterlos en los bocadillos, y en rodajas, para tapa, que se sirven con anchoas".

La magia de los bocadillos de siempre

Aunque inicialmente los pepinillos llegaron a este bar como simples tapas para acompañar las bebidas, pronto se convirtieron en los auténticos reyes del lugar, siendo el ingrediente más significativo de sus bocadillos. 

En la carta de El Pepinillo, el bocadillo más barato cuesta 2 euros, mientras que el más caro lo podemos comprar por 4 euros, precios de lo más competitivos con productos de primera calidad: "Hay dos que son los grandes triunfadores, uno en frío y otro en caliente. El caliente es panceta con queso y pepinillo, y el frío es queso de Arzúa, que es un queso más mantecoso, con anchoas y pepinillo", comenta Andrés sobre los bocadillos que más venden en el local. 

La caja registradora es de mediados del siglo pasado.
La caja registradora es de mediados del siglo pasado.
Carolina G. Nombela

Sobre el de queso de Arzúa, anchoas y pepinillo, Fernández asegura que es el más viejo del local, ya que hasta 1975 no había plancha, por lo que solo servían bocadillos fríos. 

El Pepinillo es uno de esos locales con encanto donde analizar cada rincón y guardarlo en la retina. Además de diferentes vasos y botellines de cerveza de colección, una caja registradora de las de mediados del siglo pasado que no pasa desapercibida, y una picadora con nada menos que 84 años, en El Pepinillo podemos ver el producto servido a los ojos del cliente. Por ello no podían dejar de llamarnos la atención las pancetas colgadas en el mismo local, esperando el punto justo de curación para ser disfrutadas. 

Además de los pepinillos, las lonchas finas de panceta que cortan en este bar cada día son sin duda, otro de los ingredientes imprescindibles del lugar: "La panceta es cruda. La panceta que nosotros utilizamos es una panceta doble, una pegada a la otra, y le meten una malla y le ponen un envoltorio para que quede dura y quede prensada. Se pone a curar, por lo que cuando me viene, la tengo que dejar enfriar un poco y luego la pelo", asegura el propietario del local. "Las tenemos colgadas en el local una semanita más o menos, para que cojan dureza, porque viene muy blandita la carne".

En la puerta de casa

El Pepinillo es uno de esos lugares que, a pesar de mantener con recelo la esencia de siempre, ha sabido reinventarse y adaptarse a los nuevos tiempos y a las necesidades de su clientela: "Tenemos servicio de delivery, por la plataforma Just Eat, y también propio, por nuestro teléfono, por la página web, por Instagram, por Facebook… todo deriva a nuestra página de pedidos online, y servimos hace cosa de seis años, más o menos", aseguran desde el local. 

"Me llevo los productos y me hago los bocadillos en casa y no me saben igual

Andrés asegura que, a pesar de saber que el delivery es el futuro, son bastante reacios: "La gente, incluyéndome a mí, somos muy cómodos, pero me gusta el trato con el cliente en el bar, al final el bocata en el bar sabe mejor, está recién hecho, el local tiene su encanto… Yo me llevo los productos y me hago los bocadillos en casa y no me saben igual", asegura Andrés, quien conoce mejor que nadie el papel que el local y su encanto juega en la experiencia de sus bocadillos. Así que habrá que ir a pedirse uno. O unos cuantos. 

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