La baja de temperaturas en España, propias del invierno, dan lugar a la aparición de grumos blancos en el aceite de oliva en el fondo de la botella, como si fueran una especie de bolitas de color blanquecino que parecen de cera. Es en ese momento cuando aparecen las dudas: ¿hay que tirarlo?, ¿es que se ha puesto malo?
Nada que ver para fortuna de los millones de consumidores en nuestro país, y es que el precio de este producto propio de la dieta mediterránea, no ha dejado de encarecerse en los últimos doce meses, lo que se ha visto reflejado directamente a la hora de hacer la compra en las grandes cadenas de distribución alimentaria. Hasta un 69% en un solo año, para ser más exactos.
Por ejemplo, medio litro del conocido como oro líquido ha pasado de 6,91 euros a 12 euros en el súper. En cualquier caso, y respondiendo a la pregunta anterior, el hecho de que aparezcan grumos blancos en el aceite no es indicativo de la calidad del mismo y es algo completamente natural y normal cuando la temperatura desciende por debajo de determinado valor. En cualquier caso, vayamos un paso más allá.
¿Qué pasa si el aceite se congela?
Cuando el aceite se congela, por poner un ejemplo en forma de grumos blancos acumulados en el fondo de la botella, se siguen conservando su calidad y sus propiedades esenciales, puesto que se trata de un proceso natural que no altera los nutrientes ni el sabor del aceite de oliva virgen extra.
Asimismo, otro punto a tener en cuenta es que el aceite de oliva suele congelarse alrededor de los 7ºC o menos, momento en el que adquiere una textura grumosa. De hecho, el aceite de oliva virgen extra se vuelve más denso por debajo de los 20ºC, y su congelación parcial (pequeños grumos) se hace evidente por debajo de los 10ºC.
Esto significa que estos grumos se han congelado, es decir, ha dejado de estar en estado líquido y ha pasado a estar en estado sólido. En resumidas cuentas, se ha congelado, entiendo la congelación como solidificación.
¿Cuál es la temperatura ideal para freír?
La temperatura ideal para freír depende del tipo de alimento que se vaya a cocinar. De esta manera, encontramos que para freír patatas, la temperatura perfecta se sitúa alrededor de los 175 °C, mientras que para freír pollo, la temperatura tendría que ser de unos 190 °C. Para freír pescado, es importante asegurarse de que esté seco antes de sumergirlo en el aceite caliente. El pescado se debe hacer a una temperatura aproximada de 180 °C, dependiendo del tamaño de las piezas.
En el caso de los alimentos rebozados, como los nuggets o las croquetas, es fundamental asegurarse de que el rebozado esté bien adherido a los alimentos antes de freírlos para evitar que se deshaga en el aceite. Es importante controlar la temperatura del aceite durante todo el proceso de fritura. Si la temperatura del aceite baja demasiado, el resultado será un alimento blando y grasiento.
Para evitar esto, se recomienda utilizar un termómetro de cocina para medir la temperatura del aceite con precisión. Si no tienes un termómetro de cocina, puedes comprobar la temperatura del aceite echando un trozo de pan en el aceite. Si el pan se dora en 60 segundos, la temperatura es la adecuada.
¿Qué beneficios tiene el aceite de oliva para la salud?
El aceite de oliva está formado en su mayoría por grasas que suponen un importante aporte de energía. El ácido oleico, principal en el aceite de oliva, pertenece al grupo de grasas monoinsaturadas, que tienen un gran efecto cardiosaludable y antioxidante. Otro de sus beneficios es que mantiene el sistema inmunológico activo, esencial para generar defensas ante cualquier tipo de infección.
Esto se debe a sus propiedades antioxidantes. A todo ello hay que añadirle que los expertos han demostrado que el aceite de oliva puede ser capaz de retrasar el envejecimiento por la elevada concentración de polifenoles en su composición, ya que actúan como antioxidantes naturales.
Asimismo, algunos de los beneficios para la salud que destacan son los siguientes:
- Ayuda a proteger la mucosa del esófago de la acidez existente en el estómago y favorece la digestión y absorción de nutrientes en el intestino.
- Ayuda a reducir el riesgo de enfermedad coronaria al disminuir el colesterol total y el LDL o "malo" y mantener o aumentar el colesterol "bueno" o HDL.
- Ayuda a mejorar el control metabólico de la diabetes.
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