Un niño sigue con la mano a parte de su familia, que estaba siendo trasladada a otro campo de refugiados. En el campo de tránsito, los refugiados esperan hasta que se les encuentra sitio en uno de los tres campos permanentes que existen en Uganda.
Emily GerardoUna de las miles de niñas que habitan el Centro de Tránsito, mira por la ventana de su tienda y contempla a la fotógrafa Emily Gerardo mientras fotografía a otros niños alojados en otras tiendas.
Emily GerardoUna niña posa para la cámara mientras centenares de personas se preparan para ser trasladados a otro campo de refugiados.
Emily GerardoEste pequeño fue tiroteado cuando se encontraba en su casa junto a su familia. Un grupo de soldados les atacó, pero la familia pudo refugiarse entre los arbustos. El pequeño muestra las cicatrices dejadas por las balas que atravesaron su brazo. Cuando lo rescataron, lo primero que pidio fue que lo dejaran y que buscaran a su padre, que estaba herido.
Emily GerardoUn par de niños hacen cola para recoger la comida que les proporcionan en el campo de refugiados. Suelen llenar sus recipientes con gachas de avena. En muchas ocasiones sufren quemaduras en la cabeza al transportarlas, porque los recipientes se vierten, pero estos accidentes son relativamente poco frecuentes.
Emily GerardoUno de los 75.000 sudsudaneses que están refugiados en el distrito de Adjumani, al norte de Uganda. Si hay miradas que hablan por sí mismas, la de este pequeño refugiado del campo de tránsito es, sin duda, una de ellas. En el campo de tránsito los refugiados esperan hasta que son transferidos a otro campo permanente.
Emily GerardoLa violencia hizo que la población del campo creciera de 3.000 refugiados a casi 12.000 en pocos días. Para resolver la situación se instalaron tiendas improvisadas. Una vez que se resolvió la situación, muchos refugiados fueron reubicados en otros campos, las tiendas quedaron apiladas en el suelo.
Emily GerardoUna madre abraza a su hijo mientras es vacunado en el campamento de refugiados de Baratuku. Muchos padres (sobre todo las madres) están ansiosos por conseguir vacunas para ellos y para sus pequeños.
Emily GerardoUn grupo de refugiados hacen cola para recibir una ración de gachas de avena. Las gachas se cocinan en grandes tinajas, sobre fuegos encendidos al aire libre, y se sirven generalmente entre las 10 y las 11 de la mañana.
Emily GerardoDos jóvenes transportan leña con la cabeza. La leña se usa para encender los fuegos al aire libre que calientan la comida.
Emily GerardoUna madre descansa con su hijo en una de las tiendas de campaña. La enfermera Emily Gerardo, que trabajó en el campo de tránsito para Médicos sin Fronteras, durante 6 meses, habla de pequeños momentos alegres, entre un mar de personas desubicadas, que arrastran duras historias de sufrimiento y huida.
Emily Gerardo