Alicia Cano Martínez. 63 años. Cobraba una pequeña pensión de viudedad y trabajaba como limpiadora. Murió frente a la calle Téllez. "Nos pegaba dos gritos y a continuación se reía a carcajadas", explica Gema, su hija.
archivoLiliana Acero Ushiña. 26 años, de Quito (Ecuador). Fue identificada por el ADN de su cepillo de dientes. Murió en Atocha. "Era tan feliz en todo, que a veces sentía envidia al verla", explica Carlos Álvaro, su primo.
ArchivoEsteban Martín Benito. 39 años. Instalador y programador de centrales telefónicas. Su hija hizo la comu-nión el día de la boda real. Murió en Atocha. Algunos vecinos no sabían su nombre, pero todos lo conocían", explica Nieves Ortega, su mujer.
ArchivoSam Djoco. 42 años. Nacido en Guinea-Bissáu y ciudadano senegalés. Dejó viuda y seis hijos cuando murió en El Pozo. "Quiero estar aquí para celebrar cada año el aniversario de su muerte", explica Alauso correia, su mujer
ArchivoÓscar Abril Alegre. 19 años. Estudiante en el INEF. Le gustaba preparar tartas de chocolate con la receta de su madre. Murió en Téllez. Ha pagado el pueblo inocente la decisión de llevarnos a la guerra", explica Beatriz, su hermana.
ArchivoNicoleta Diac. 26 años. Nacida en Rumanía y residente en Coslada. Quería montar un pizzería en España. Murió frente a la calle Téllez. "Estoy seguro de que hay un cielo para esta gente y nos veremos allí", explica Ioan, su novio.
ArchivoSanaa Ben Salah. 13 años. Alumna de 3.º de ESO. Hija única de una mujer de Tánger que no ganaba lo suficiente para tenerla con ella. Murió en El Pozo. "Ella siempre era la que amansaba a sus compañeros más revoltosos", explica José luis, su jefe de estudios.
ArchivoVicente Martín Chiva. 37 años. Trabajaba en una consultoría. Adoraba al Atleti y sabía de memoria el callejero de Madrid. Murió en la calle Téllez. "Era tan alegre y jovial que sacaba la sonrisa a los tristes", explica Milagros, su mujer.
ArchivoAndryan Andrianov y Kalina Vasileva. 22 y 30 años. Nacidos en Bulgaria. Iban a casarse. Están enterrados en traje nupcial, en la misma tumba. Murieron en El Pozo. "Tenemos que dejarla aquí, con él, para que siga feliz en la otra vida", explica Petra, madre de Kalina.
ArchivoAna Isabel Gil Pérez. 29 años. Técnica en comunicaciones. Embarazada de un niño que se iba a llamar Samuel. Los dos murieron en Atocha. "Queríamos ver crecer a nuestro hijo Samuel, cuidarlo, llevarlo al cole", explica Jesús, su esposo.
ArchivoCarlos García Presa. 24 años. Trabajaba en el Icex. Era reservado, pero le encantaban Mortadelo y Filemón y los juegos de rol. Murió en Atocha. "Cuando salía le esperaba despierta porque temía que me lo iban a quitar", explica Maribel, su madre.
ArchivoAnabel Ávila Jiménez. 43 años. Trabajaba como educadora en una escuela preinfantil. Le encantaban las violetas y los boleros. Murió en Atocha. "Era como una estrella que iluminaba el lugar donde ella estaba", explica Pedro, su hermano.
ArchivoMiguel Reyes Mateos. 37 años. Funcionario de Emigración y Extranjería. Hombre casero y tranquilo, era feliz con su familia. Murió en El Pozo. "Seguiré hablando de mi hijo como si estuviera con nosotros", explica María antonia, su madre.
ArchivoElías González Roque. 31 años. Coslada. Administrativo. Hijo de un conserje de la Biblioteca Nacional. Murió en El Pozo. "Tengo el corazón lleno de su amor, ¿para qué necesito odiar?", dice Ana, su mujer.
ArchivoEncarnación Mora Donoso. 63 años. Manchega. Limpiadora del hogar. Dejó tres hijos que la consideraban su mejor amiga. Murió en El Pozo. "Nunca recibió clases de nada y siempre supo de todo", explica Loli, su hija.
ArchivoÁngel Pardillos Checa. 62 años. Aragonés. Trabajaba en el Banco de España. Se jubilaba en agosto para irse a vivir a su pueblo. Murió en El Pozo. "Toda las víctimas han sido mártires de un mundo fanático", explica Luis, su hermano.
ArchivoDavid Vilela Fernández. 22 años. Tocaba el acordeón y la guitarra. No bebía ni fumaba. Iba a hacer parte del camino de Santiago. Murió en Téllez. "Cuando entro en su cuarto es como si lo tuviese junto a mí", explica Vicenta, su madre.
ArchivoRex Ferrer Reynado. 20 años. Filipino. Vivía con sus padres y su hermana en Torrejón de Ardoz. Estudiaba carpintería y era camarero. Murió en Atocha. "Me dijo que no temía a la muerte porque creía que había otra vida", explica Marjorie, su amiga.
ArchivoSusana Soler Iniesta. 46 años. Recepcionista. Tenía una gran capacidad de organización. Adoraba a su hijo de ocho años. Murió en Téllez. "No hay vuelta de hoja. Éste es el futuro que nos toca vivir", explica Mariano, su viudo.
ArchivoEmilian Popescu. 42 años. Rumano y jefe de cuadrillas de obreros de la construcción. Le gustaba la montaña. Murió en El Pozo. Trabajaba todo el día y llegaba a casa a medianoche. Sólo descansaba los sábados", explica Alin, su hijo.
ArchivoEva Belén Abad Quijada. 30 años. Sus restos fueron esparcidos en su rincón favorito de la niñez: la ribera del río Bronco (Cáceres). Murió en Téllez. "De manos limpias nada, las llevan manchadas con la sangre de nuestra hija", explica Ponciano, su padre.
ArchivoMaría Jesús Macías Rodríguez. 30 años. Psicóloga de Vodafone. Quería quedarse embarazada y anunciarlo en la boda de una amiga. Murió en Santa Eugenia. "Nunca fue rencorosa. Si hablabas con ella, siempre sabía perdonar", explica Sose, su amiga.
ArchivoJuan Francisco Pastor Pérez. Juanele para los amigos. 51 años. Trabajaba como técnico de telefonía en el Palacio de Congresos. Murió en El Pozo. "Quisiera decirle que le quiero porque no se lo dije las suficientes veces", explica Rosa maría, su mujer.
ArchivoAlberto Alonso Rodríguez. 38 años. Trabajaba en la Tesorería de la Seguridad Social. Responsable y amante de la familia. Murió en Atocha. "Estábamos hechos el uno para el otro. Sabíamos que lo material no te hace feliz", explica Nieves, su viuda.
ArchivoJuan Pablo Moris Crespo. 32 años. Era donante de sangre, objetor de conciencia y miembro de la plataforma ¡Basta Ya! Murió frente a la calle Téllez. "La paz sería posible si no tomáramos vinagre en el desayuno", explica Pilar, su madre.
ArchivoJulia Frutos Rosique. 44 años. Vivía temporalmente en Torrejón de Ardoz y se iba a trasladar a Salamanca. Murió frente a la calle Téllez. "No doy crédito a lo que ha pasado. Mi madre pasó por mucho y se la han llevado", explica Susana, su hija.
ArchivoLuis Andrés Martín Pacheco. 54 años. Pintor de brocha gorda. Traba-jaba en las obras de ampliación del Congreso de los Diputados. Murió en Téllez. "Desde que se quedó viudo me ayudaba. Hacía la compra, cocinaba y planchaba", explica Maite, su hija.
ArchivoTeresa Tudanca Hernández. Casada y madre de un hijo. Licenciada en historia, pero trabaja-ba en un banco. Murió en el hospital 20 días después del 11-M. "Se hacía sus joyas. Le encantaban las piedras y sabía trabajarlas", explica Miriam, su compañera de trabajo.
ArchivoAbel García Alfageme. Cumplía 27 años el día de los atentados. Mecánico de ascensores. Tocaba la guitarra y el djembé. Murió cuando esperaba el tren en Atocha. Aquí aparece con su novia Miriam durante su último viaje juntos, en noviembre de 2002. "Los políticos no tienen derecho a sentirse dolidos. Culpables, sí, pero no dolidos", explica Miriam, su novia.
ArchivoTibor Budi. 37 años. Emigró de Rumanía a Italia con su mujer, pero vino aquí porque los italianos no le gustaban. Murió en Téllez. enía prisa para acabar el trabajo y encontrarme con él, pero ahora ya no está", explica Simona, su viuda.
ArchivoInés Novellón Martínez.30 años. Enfermera y bailarina vocacional de salsa y danza del vientre. Le encantaban Disney y Harry Potter. Murió en Téllez. "Me enseñó a disfrutar cuanto antes y a no dejar para más tarde los buenos momentos", explica Víctor, su pareja.
ArchivoFélix González Gago. 51 años. Subteniente del Ejército del Aire.Fue casco azul de la ONU. Le encantaba pasar las tardes con sus hijos. Murió frente a la calle Téllez."No me siento como una viuda, sino como una huérfana", explica María José, su viuda.
ArchivoÓscar Gómez Gudiña. 24 años. Repartidor de una empresa de cafés y líder de una pandilla de amigos que han jurado no olvidarle. Murió en El Pozo. "Me decía: viejo, jubílate y disfruta de la vida, que ya trabajaste bastante", Felipe, su padre.
ArchivoAlois Martinas. 27 años. Rumano. No tenía permiso de residencia. Se iba a casar en verano con su novia, Rodica. Murió en Téllez."Mandaba a nuestros padres todo el dinero. Si no tenía, lo pedía prestado", explica Claudia, su hermana.
ArchivoNieves García-Moñino. 46 años. Trabajaba en la cafetería del teatro Marquina. Sus postres eran los mejores. Casada, tenía dos hijos. Murió en Téllez."Soñaba con hacerse viejecita y sentarse a leer libros en el porche del chalé", explica Marisa, su prima.
ArchivoBegoña Martín Baeza. 25 años. Hija única y casada hacía menos de nueve meses. Esparcieron sus cenizas en el Castañar, en Béjar. Murió en El Pozo. "Tenía carácter. Le repugnaban el terrorismo y la intervención de España en Irak", explica Javier, su padre.
ArchivoFrancisco Javier y Jorge Rodríguez. Padre e hijo. Uno iba a su trabajo en la CECA y el otro a estudiar FP. Siempre viajaban juntos. Murieron en Santa Eugenia. "Me imagino a mi marido leyendo en el tren con su hijo apoyado en el hombro", explica Maribel, madre y viuda.
ArchivoCipriano Castillo Muñoz. 55 años. Ayudante de ingenieros en Tecsa. De niño fue pastor y no aprendió a leer hasta los 13 años. Murió en Atocha. "Los políticos sólo hablan de ayudar, como si el dinero o las flores solucionasen esto", explica Marian, su viuda.
ArchivoMariom Cinthia Subervielle. 30 años. Francesa. Trabajaba como azafata en la recepción de la Biblioteca Nacional. Le gustaba España porque aquí no hay rencor. Murió en Santa Eugenia. "Una de sus frases habituales era: no combatas el mal con el mal", explica José Luis, su pareja.
ArchivoAna Martín Fernández. 43 años. Trabajaba en la Asociación de la Prensa. Era luchadora y nada se le ponía delante. Murió frente a la calle Téllez. "Esto se podía haber evitado. Estábamos amenazados y nadie hizo nada", explica Mari Carmen, su hermana.
ArchivoJuan Carlos del Amo Aguado. 28 años. Químico e investigador con futuro. Trabajaba en un proyecto de investigación en la Universidad Complutense. Murió en Téllez. "Se la tengo guardada a Dios. Ninguna criatura debería morir así", explica Carmen, su madre.
ArchivoEduardo Sanz Pérez. Era empleado civil del Ejército. Su viuda acababa de dar a luz a un niño llamado Sergio. Murió en El Pozo. "Ver a los dos críos pequeños y saber que no tienen padre es algo difícil de entender", explica Juan Carlos, su cuñado.
ArchivoPaz Criado Peltier. 52 años. Secretaria en Michelín. Su única hija acababa de regresar de un viaje de estudios a Túnez. Murió en El Pozo. "No se llamaba Paz por casualidad, hacía de su nombre un ejemplo", explica Andrés Hernández, su marido.
ArchivoJosé Luis Tenesaca-Betencourt. 17 años. Estudiaba 4.º de ESO. Quería ser actor. Iba a una feria de educación cuando murió en el tren que estalló en la calle Téllez. "Era el primero de nosotros que iba a estudiar en Europa", explica Alberto Tenesaca, su padre.
ArchivoCarlos Tortosa García. 31 años. Químico. Trabajaba en Repsol, en Puertollano. De joven jugó al fútbol americano. Murió en Santa Eugenia. "Fue por una guerra ilegal provocada por Bush, Blair y Aznar", dice Pablo Tortosa, su padre.
ArchivoPilar Cabrejas Burillo. 38 años. Trabajaba en Telefónica y escribía una novela, Pasión virtual. Le encantaba jugar al mus. Era muy práctica –dice su marido–, nunca improvisaba nada y veía siempre el lado bueno de las cosas. Murió frente a la calle Téllez."Lo que me duele es que no podrá disfrutar lo que consiguió", dice Jesús, su viudo.
ArchivoJohn Jairo Ramírez Bedoya. 37 años. Colombiano. Trabajaba en una empresa de limpieza. Murió en el tren de El Pozo. "Un hombre noble hasta el punto de repartir la barra de pan que tenía", explica María Teresa Pérez, su esposa.
ArchivoLoli Fuentes Fernández. 29 años. Estaba preparando un viaje a una casa rural de Teruel y quería irse a vivir con su novio. Murió en Atocha. "Nos queríamos cada vez más y ella era como mi rosa en un desierto", dice Óscar Tejedor, su novio.
ArchivoLivia Bogdam y Juan Muñoz. 27 y 32 años. Ella era niñera, y él, técnico en redes. Planeaban vivir juntos. Murieron en la calle Téllez. "Estaba muy contenta. Le gustaba Juan y se iba a ir a su casa", dice Elena Bogdan, su madre.
ArchivoJosé María García Sánchez. 47 años. Empleado de la empresa Otis, estaba casado con Matilde y tenía dos hijos. Murió en la estación de Atocha. "Guardaba desde joven una foto del Che, un personaje que le apasionaba", explica Matilde Saiz, su esposa.
ArchivoCristina Romero Sánchez. 34 años. Trabajaba en la ayuda domiciliaria a ancianos. Pagaba un piso en construcción con su novio. Murió frente a la calle Téllez. "Pedía que le tocase la lotería para regalarle algo a mis hijos", explica Susana, su hermana.
ArchivoFrancisco Javier Barahona Imedio. 34 años. Informático. A veces iba en coche a trabajar, pero ese día fue en tren. Murió en el que explotó en la calle Téllez. "Estoy rabiosa con Aznar por meternos en una guerra que nadie quería", explica Amparo Imedio, su madre.
ArchivoJavier Guerrero Cabrera. 25 años. A punto de acabar informática, era programador de sistemas en el Palacio Real. Murió frente a la calle Téllez. "Era quien se encargaba de las fiestas y reuniones familiares", explica Rufo Guerrero, su padre.
ArchivoFlorencio Brasero Murga. 50 años. Un hombre dulce y apasionado del Real Madrid. Su viuda, Concha, aún se asoma a la ventana creyendo que va a regresar. "He seguido con mis estudios, intento superarlo cada día, pero es difícil", explica Laura, su hija.
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