Jamás olvidaremos el 11 de julio de 2010. Aquella noche, en el Soccer City de Johannesburgo, la selección española de fútbol se proclamó por primera vez campeona del mundo.

El gol de Andrés Iniesta (m 116) en la prórroga ante Holanda (0-1) cambió para siempre la historia de nuestro balompié. "Estaba convencido de que iba a entrar. Tenía que entrar. España se lo merecía", recordó el manchego, quien acabó con décadas de decepciones, frustraciones y excusas arbitrales.

Si la conquista de la Eurocopa de Austria y Suiza en 2008 despertó de nuevo al fútbol español, el Mundial de Sudáfrica supuso la confirmación de que el modelo implantado por el anterior seleccionador, Luis Aragonés, garantizaba el éxito. Un estilo reconocible y ofensivo, donde el gran protagonista es el balón.

"Nos encontramos una buena herencia y no borramos aquellas huellas porque la línea estaba bien marcada", aseguró el preparador nacional, Vicente del Bosque.

"Esta final prestigió el fútbol de calidad y de ataque", añadió el salmantino sobre un partido en el que los holandeses se emplearon con una dureza excesiva que el colegiado inglés Howard Webb permitió.

Especialmente dañina para la vista fue una entrada –con los tacos a la altura del pecho– de De Jong a Xabi Alonso. Otros nombres propios fueron Casillas y Villa.

El capitán acabó como portero menos goleado (2) y una de las claves de la final con dos magníficas paradas a Robben, mientras que el delantero fue uno de los máximos goleadores (5).

En Sudáfrica, por fin ganó España. "Fue un sueño compartido con todo el país". Palabra de Del Bosque.