Los 93 años del viejo Highbury impresionan a cualquiera. Y en el adiós europeo del estadio londinense, el Villarreal sufrió ayer como nunca. El conjunto castellonense se dejó el fútbol en casa y saltó al campo sin las señas de identidad que le han llevado a las semifinales de la Champions: descaro y ambición. Desde el arranque, los amarillos cometieron el pecado de entregar el balón a un equipo veloz y vertical arriba. Henry construyó el juego de ataque y el submarino lo pasó muy mal. Sólo Riquelme tomó la batuta a balón parado. Tanto fue el Arsenal a la fuente que al final mojó: Touré aprovechó una jugada entre Henry y Hleb para marcar antes del descanso. ¿Después? Un claro penalti no señalado a José Mari –el árbitro estuvo horroroso y casero– y ahí se acabó todo. Los ingleses, inmensos, pudieron golear. Queda el consuelo de la vuelta en El Madrigal (25 abril).
Cara a cara
Forlán/Henry
Los Botas de Oro (25 goles) del año pasado frente a frente. No hubo color. Henry fue el mejor del partido.
Riquelme/Cesc
El duelo fue para el español, que intervino más en el juego. El argentino sólo existió a balón parado.
Pellegrini/Wenger
El chileno no fue fiel a su estilo y lo pagó. Wenger planteó un ataque en torno a Henry y acertó de pleno.
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