«No podemos estar esperando siempre a que explote, porque no lo ha hecho», señaló ayer a 20 minutos un directivo del Madrid. El club tiene claro que no podrá rescatar en junio los 24 millones que gastó en el brasileño, pero con «unos 14 ó 15 nos damos por contentos». Consultado también por este diario, el representante de Robinho, Wagner Ribeiro, declaró que «el jugador ahora sólo piensa en el Madrid, y si se tiene que ir, será a final de temporada».
Mediocre campaña
La llegada de Capello marcó el declive de Robinho, cuyo juego nunca ha agradado al italiano. «Creo que no le gusta mi fútbol y ahora no estoy feliz en Madrid. Si me tengo que ir, me iré», confesó el propio Robinho hace unas semanas. Su juego tampoco se ha hecho acreedor de la confianza del entrenador, pues apenas ha marcado tres goles en toda la temporada en los 1.672 minutos que ha jugado. Además, la marcha de Ronaldo al Milán le ha dejado aislado en el vestuario y la noche madrileña no le resulta desconocida. Su director deportivo, Mijatovic, no desmintió que el brasileño hubiera llegado algún día al entrenamiento oliendo a alcohol.
Capello, agobiado por Emerson
Tenso, agobiado y enfadado, así se presentó Fabio Capello a la rueda de prensa conjunta con el técnico del Atlético, Javier Aguirre, previa al derbi de mañana. Pese a que no quiso responder a las preguntas sobre Emerson, la insistencia de los periodistas sobre la negativa de Emerson a calentar llevó a Capello al borde del desquiciamiento. «Lo de Emerson no fue un acto de indisciplina», gritó malhumorado.
Robinho, cómo hemos cambiado
Antes
Pelé: Todos le bautizaron como el nuevo gran jugador de Brasil, cuando jugaba en el Santos, el mismo equipo en el que se forjó Pelé. El Madrid pagó 24 millones de euros por él.
Su estreno: El 29 de agosto saltó al campo durante un Cádiz-Real Madrid. Su primer toque de balón fue un sombrero.
Feliz junto al clan: Ronaldo, Roberto Carlos, Baptista y Robinho... un clan feliz.
Ahora
Suplente: Nunca se ha ganado la confianza de Capello y alterna partidos de titular con suplencia.
Falta de confianza: Robinho ya no regatea, dribla ni lo intenta. El Bernabéu ya ha perdido la paciencia con él y le silba cuando pierde el balón.
Triste: Hace mucho tiempo que ya no sonríe. «No soy feliz en Madrid», declaró hace unos días.
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