"No sé si tengo más hambre o más cansancio". Andrea Fuentes estaba por espanzurrarse en la moqueta del centro de prensa y quedarse allí de por vida. Habían ganado una medalla, descansado y a las nueve de la mañana ya estaban en la piscina con el equipo. Quería irse ya, pero tocaba esperar a la jefa, Anna Tarrés, que se las arreglaba con uno, otro y otro móvil.

La plata del día anterior todavía reluce alrededor del cuello, y pesa, pero de ahí no se mueve. Durante la rueda de prensa, Andrea y Ona vuelven a demostrar su absoluta sincronización. Es Andrea la primera que define a Ona: "Me acuerdo de la primera vez que la ví. Yo estaba entrenando y vino un grupo de niñas alevines a vernos. De repente me fijé en una chica que tenía como una luz alrededor, y pregunté quién era esa niña: se llama Ona, me dijeron. Y mira ahora. De ella valoro su valentía por ser especial, no tiene miedo a ser diferente y nosotras tenemos la sinceridad por bandera. Sin nuestras conversaciones profundas no habríamos llegado hasta aquí".

"Qué difícil me lo has puesto, a ver qué digo yo de tí", salta rápido Ona. "Andrea es mayor que yo y cuando la conocí me sentí liberada, porque yo siempre quería entrenar más y más, y ella incluso me superaba. Me sorprende su humildad, sus ganas de enseñar a todo el mundo, sea quién sea".

"Son muy parecidas -tercia Tarrés- y extremadamente inteligentes, lo que les permite la autocrítica. Ona tiene las ideas clarísimas: un día me reunió a mí con su director para que le echáramos una mano a llevar bien sus estudios. Está haciendo diseño". Andrea de momento hace sociología, pero no lo tiene muy claro: "Voy tocando palos: quise ser arquitecta, cocinera, bombera...Ahora de momento solo quiero ser deportista olímpica, quiero ser Andrea Fuentes y aportar algo al mundo, ser útil".

Tanto una como otra repetirán protagonismo estelar en la competición de equipo que empieza mañana. Una alegoría acuática en la que saltarán delfines, cruzarán puentes y nadarán con su espectacular traje de escamas. Ellas estarán en el centro de la obra, pues "los jueces siempre tienden a mirar al centro y allí las reconocen más", explica Tarrés. Será un espectáculo volver a verlas, con su eterna y natural sonrisa. "Sonrío porque sé que hago en el agua cosas que muy poca gente puede hacer. La sonrisa es natural, pero si pongo cara de mala leche, también", avisa Andrea, que se va a descansar o a comer. Todavía no lo ha decidido.