Olaizola vuelve a ser el mejor. En las finales se crece, en el momento justo donde, además de demostrar las cualidades físicas y técnicas, hay que tener la cabeza despejada, Aimar es especial.
Barriola llegaba a la final desde las eliminatorias pre vias. En cada partido había mejorado, venía con confianza, con las manos en perfecto estado. Sólo había una diferencia: el rival.
Arrancó el partido y sin casi percatarse ya perdía 0-7. Y ante Olaizola cualquier ventaja que se le otorgue resulta suicida. Aimar sacó bien, restó bien, defendió mejor y demostró su exquisita técnica en cada tanto. Falló un único pelotazo en todo el partido.
Termina el partido y todos sus rivales sienten la necesidad de alabarlo. «Merece ser campeón», resumió Barriola, tras lamentarse de haber cometido una fallos garrafales. Sólo a mitad del partido Abel logró dominar en algunos tantos y aparentar que podía ganar. Se acercó 8-10 en el marcador.Eso, y nada más.
Terminó descolocado, desfondado.
Olaizola logra así su segunda txapela. Ha jugado las cuatro últimas finales, y ha ganado la mitad. A sus 27 años, todavía podrá dedicar muchas txapelas. Ayer, se la dedicó a sus padres.
Con el transistor
La final estaba programada para hace una semana, pero Olaizola reclamó un aplazamiento para tener más tiempo entre la semifinal y el partido de ayer. Empezó la disputa y la Real Sociedad se estaba jugando la salvación. En el frontón Atano muchos tenían la vista en la cancha y el oído en la fútbol. ¿Habría sido mejor aplazar el partido, someterse al balompié?
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