"Todo el mundo lo para. Le dicen cosas. Se quieren hacer fotos con él. Le piden autógrafos. Nos atiende a todos. Es superamable", asegura Dolores Checa, atleta que participará en la prueba de 5.000. "¡Uf es una pasada, cómo aguanta! Tiene una paciencia que no veas. Que majo. Tarda un montón de rato en comer. El triple, por lo menos que cualquier otro deportista", completa su hermana gemela Isabel, corredora de 10.000. Él es Rafa Nadal, nuestro deportista más seguido y admirado en la Villa de los Juegos Olímpicos de Pekín.

Estamos en los bloques de los edificios donde están acomodados los españoles. Esto es una concentración estelar. La elite del deporte español en una baldosa. Por aquí pasan, saludamos y charlamos con el oro en ciclismo Samuel Sánchez; los atletas Arturo Casado, Marta Domínguez, Chema Martínez, Carlota Castrejana...; el baloncestista Carlos Jiménez; los de balonmano (Iker Romero, Entrerríos...; el judoca, Óscar Peñas; las nadadoras Nina Zhivaneskaya, Maria Peláez, Mireia Belmonte...

El rey es Rafa Nadal. El ídolo. El héroe. El archiconocido titán de la hierba de Wimbledon y de la arcilla de Roland Garros. Sus gestas, ser el número 1 del mundo, le han abierto las puertas del universo. Y como aquí, en la Villa, no están ni Federer ni muchas estrellas de la NBA, los ojos de deportistas del planeta entero se ponen sobre el tenista de Manacor. Los de Cuba. Guinea Bissau, americanos, australianos, chinos..."Todos buscan su segundo de gloria personal a su lado" confiesan los atletas.

Muchos suspiran por tener a Nadal cerca, muy cerca. Ya lo han hecho las chicas de la gimnasia (Elisabet, Bárbara González, Isabel Pagán, etc.) y las del hockey hierba (Ester Termens, Silvia Muñoz...). Se han inmortalizado y departido con él. "No nos hemos atrevido a pedirle el teléfono todavía", bromean. Pero todo se andará.

En la Villa Olímpica hay un ambientazo. Muy, muy buen rollo entre los deportistas españoles. Se dan ánimos. "Suerte, suerte, suerte", desean a los chicos del baloncesto (juegan contra China en un rato; Mireia Belmonte se va a verlos); y a los del balonmano (contra Polonia; para allá va Chema Martínez). Consuelan y animan a los que han tenido un mal día (Óscar Peñas) o guardan respetuoso silencio ante otros caídos (Isabel Fernández).

Nadal suda en la pista. Juega en un rato. Y fuera, tiene la luz de los grandes. También en los flashes de las cámaras de mano de los deportistas. Su izquierda se bate con la raqueta, en la pista. Y sobre el papel, firmando autógrafos.