Márquez y las fronteras

Juanma Trueba, columnista en '20minutos'.
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Juanma Trueba, columnista en '20minutos'.

No lo van a creer. Pero tal día como hoy de 1999, hace exactamente 17 años, los españoles todavía no habíamos ganado un campeonato del mundo de motociclismo en la categoría reina, ni un Mundial de fútbol, baloncesto o balonmano, ni de Fórmula 1, ni la Copa Davis, ni el Dakar, ni otros tantos triunfos masculinos o femeninos que ahora nos resultan habituales, imposible citarlos todos sin dejarse alguno en el tintero.

Si tomo como referencia 1999 es porque ese año, y concretamente aquel octubre, Álex Crivillé se proclamó campeón mundial de 500 cc, lo que permitió que nuestro deporte accediera a un terreno vedado, casi a una nueva dimensión. A partir de entonces, entre Lorenzo y Márquez se han repartido seis títulos mundiales en la máxima cilindrada, los cinco últimos de forma consecutiva.

La proclamación de Márquez en Motegi podría cerrar un círculo si no fuera porque el genio tiene 23 años y muchos planetas por orbitar. Eso sí. Se entienden muy bien los esfuerzos de Rossi por odiar a este muchacho barbilampiño; jamás pudo imaginar Valentino que existiera alguien más rápido que él sobre una moto y más simpático nada más bajarse.

El tercer campeonato de Márquez permite observar cómo hemos convertido en natural lo que hace poco resultaba extraordinario. Cuesta recordar cómo éramos los aficionados al deporte hace 17 años o más allá; no sé si más tristes, más generosos o más receptivos a los pequeños placeres. Lo que es seguro es que veíamos menos televisión. Supongo que también éramos más pesimistas y no descarto que el pesimismo nacional se contagiara en los momentos decisivos a nuestros deportistas, y pienso ahora en Cardeñosa y en tantas piernas que hicimos temblar por transmisión telepática.

Por fortuna, la pesadumbre no ha sido hereditaria y el éxito ha resultado cosa normal para las generaciones de los ochenta (Pau, Iniesta, Fernando Alonso...) y de los noventa (Mireia, Márquez, Carolina Marín...). En los cereales que desayunaron todos ellos había algún ingrediente que no se incluía en los phoskitos y bukaneros de los años 70.

Después de cruzar tantas fronteras, diría que lo que nos queda por conquistar es, en gran medida, por falta de tradición o de interés: todavía esperamos una París-Roubaix, alguna hazaña del rugby masculino (las chicas han ganado el Europeo) o quizá alguna incursión exótica en la NFL, NHL o en la Major League de béisbol. Todo se andará. La historia de nuestro deporte nos enseña que aquello que deseamos con verdadera convicción durante dos o tres generaciones lo acaba consiguiendo la generación posterior, o la siguiente a mucho tardar.

Pero no solo de Márquez vivió el fin de semana. Para variar comenzaremos por las reseñas polideportivas. Roberto Bautista perdió la final del Masters de Shanghái contra Murray, pero nos dejó una esperanza que vale como una victoria: hay vida más allá de Nadal (incluso de Djokovic). El Mundial de ciclismo de Doha, disputado en presencia de tres o cuatro espectadores, culminó con el triunfo de Peter Sagan, el primo eslovaco de Marc Márquez. De la representación española todavía no hay noticias.

En la Liga de fútbol destacaron las goleadas de los equipos de grandes cilindradas. El Barça fue el primero en abusar, en su caso del Deportivo. La prueba es que reapareció Messi cuando no era necesario: entró en el 54 y marcó en el 57. Sin duda fue un mensaje de Luis Enrique a Guardiola, que visitará el Camp Nou el miércoles. Por cierto, ese encuentro estará tan repleto de amores cruzados que costará distinguirlo de una cama redonda.

El Atlético prosiguió con la fiesta. Respondió al golazo de Isaac Cuenca con siete puñales en los riñones del Granada. Tres de ellos salieron de las botas de Carrasco, que es otro prodigio de 23 años, como Márquez. Al acabar el choque, Simeone salió al paso del entusiasmo del entrevistador, que preguntó si el equipo se estaba divirtiendo. "No. El equipo está siendo competitivo". A divertirse, al circo, le faltó añadir.

El Real Madrid, por su parte, se hizo perdonar durante la primera mitad en el Villamarín todos los pecados de los últimos cuatro empates. No solo le robó el balón al Betis, le arrebató el plan de ataque: correr más, presionar mejor y chutar sin preguntar. Así, hasta seis veces. El contragolpe que propició el primer gol de Isco fue una maravillosa carrera de relevos. La mejor definición del segundo gol del malagueño la dio un tuitero: "Fue un enceste".

En Francia, el PSG de Emery venció cuando más arreciaban las críticas contra el entrenador. Deberían saber en París que la relación con Unai siempre sigue el mismo patrón: urticaria, enamoramiento y profunda nostalgia.

En Australia, el equipo que entrena Guillermo Amor perdió contra el Western Sydney. Recuerden que el exfutbolista del Barça se encuentra en las antípodas entrenando al Adelaida y desarrollando una variación del spanglish que consiste en alternar expresiones en perfecto castellano con otras en inglés simulado. Quienes le critican el acento olvidan que perder la vergüenza y el miedo son requisitos imprescindibles para aprender a hablar y a ganar. Pregunten a Márquez.

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