Será por eso por lo que no entiendo a Sergio García ni su actitud durante todo el Máster de Augusta. Sí me gustó Miguel Ángel Jiménez, un tipo que se mete para los pulmones esos habanos, en plena ley seca, y disfruta a sus cincuenta y tantos como un crío jugando al golf, debe ser especial por narices. Ahora, el que me tiene absolutamente asombrado es Chema Olazábal. Y no sólo porque el de Hondarribia haya dicho aquello de que era capaz de ofrecer por la paz en Euskadi sus dos chaquetas verdes. Estoy admirado con Olazábal porque tras una lesión de órdago ha sido capaz de sobreponerse y, a continuación, se ha puesto a machacar, como un poseso, en el gimnasio para ponerse a la altura de los nuevos tiempos, éstos en los que un buen zurriagazo con el drive te sitúa en el green en un santiamén. Y luego, ya es sólo cosa del putt. El resultado está ahí: tercero en el Máster. Y casi gana por tercera vez.
Lecciones del máster
Controlo muy poco de golf. Uno no es de los que juegan a caddy en las retransmisiones y opinan sobre qué hierro utilizar en ese o aquel lance.
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