Óscar Freire es eterno. Desde que pasó a profesionales, en 1998, el cántabro nunca ha faltado a su cita periódica con la victoria.Con altos y bajos por las lesiones, el tricampeón mundial, el triganador de la clásica Milán-Sanremo, el multivencedor de etapas en Tour (3) y Vuelta (7) estrenó ayer su palmarés en 2011 y sumó, nada menos, el éxito 70: al sprint, Freire venció la cuarta etapa de una Vuelta a Andalucía que hoy acabará en Antequera y mantiene a Markel Irizar, superviviente de un cáncer, de líder.No le era desconocida la gloria en la meta de Córdoba, donde ganó una etapa de la Vuelta 2000 o en la propia ronda andaluza, sin ir más lejos, del año pasado.Cambian los rivales, los materiales, los colores de los maillots y hasta las circunstancias de las llegadas –ayer, una valla movida por el viento provocó una caída a 100 m del final que mandó al hospital al vitoriano Koldo Fernández de Larrea con fractura de clavícula–, pero Freire, a sus 35 años (cumplidos el 15 de febrero) sigue al pie del cañón, sueña con una cuarta Sanremo, se ilusiona con la Amstel Gold Race y otea el futuro en la Vuelta y el sueño del cuarto Mundial.Pero con menos palmarés, y afectado por la nociva ‘Tour-obsesión’, el luxemburgués Andy Schleck, segundo en el pasado Tour, rodó escapado 139 de los 174 km de la etapa y los objetivos, entonces sí, llegaron al éxtasis.