Diez años de sombras y tal vez muchos más en el Tour de Francia

  • El Tour sigue destacando por hechos extradeportivos.
  • Los tres positivos de este año, reabren la polémica del ciclismo.
  • Dos españoles han vuelto a nutrir la leyenda negra.
Rasmussen, Vinokourov, Dueñas, Riccò y Beltrán, protagonistas de la historia negra del ciclismo.
Rasmussen, Vinokourov, Dueñas, Riccò y Beltrán, protagonistas de la historia negra del ciclismo.
EFE
Rasmussen, Vinokourov, Dueñas, Riccò y Beltrán, protagonistas de la historia negra del ciclismo.

Cuando el 8 de julio de 1998 fue detenido en la frontera franco belga un auxiliar del equipo Festina, Willy Voet, pocos imaginaban que diez años después el ciclismo iba a vivir el día a día con la misma sensación de dudas hacia todo lo deportivo. Ése es el clima que se respira en el Tour: quién será el siguiente. No hay gesta de la que no se dude. Las cunetas siguen llenas de público, pero las suspicacias no abandonan los corrillos.

Hay motivos. Diez años después, entre respuestas vacías que siguen sonando a excusa, se mantienen los mismos problemas. No hay señales de cambio. No hay "un nuevo ciclismo" que repudie los métodos de "otro viejo", las prácticas añejas faltas de escrúpulos. El fraude permanece, pero los ciclistas pasan.

La solución no está en los ciclistas, sino en las estructuras. Y todo cobró notoriedad en 1998. Voet, con aquel Tour recién iniciado, conducía un coche cargado de productos dopantes, entre ellos EPO. Hubo registros, detenciones, sanciones y también vejaciones hacia los ciclistas. Los equipos españoles no acabaron (Kelme, Banesto, Vitalicio Seguros y Once), como tampoco el TVM holandés, hacia el que apuntaba la investigación.

En 1999 Marco Pantani, el escalador italiano que venció el Tour 98, fue expulsado del Giro cuando era líder. La razón: un exceso de hematocrito, es decir, del nivel de glóbulos rojos (el límite está en el 50%). La EPO comenzó a ser detectada más fiablemente en los Juegos de Sidney (2000), pero los escándalos encontraron un paréntesis de dos temporadas en el ciclismo. Lance Amstrong extendió su dominio en el Tour. Un control férreo al que también se señaló; la prensa francesa habló de muestras anteriores a 2000 en las que se demostraba el consumo de EPO por parte de Armstrong.

Llegada de la 'operación Puerto'

En el Giro 2001 volvieron los registros policiales. Las fuerzas de seguridad registraron las habitaciones de los 20 equipos e incluso se tuvo que suspender una etapa, la 18.ª, por el plante del pelotón. Pero a Dario Frigo, uno de los hombres fuertes de la carrera, se le encontraron sustancias dopantes y acabó despedido por el Fassa Bortolo. En 2002 dio positivo por Probenecid el ganador de la edición anterior: Stefano Garzelli. Durante el Tour de Francia 2002, la policía detuvo a la mujer de lituano Raimondas Rumsas, que transportaba en su vehículo sustancias prohibidas. Rumsas finalizó tercero. En el Giro de 2003 acabó sexto, pero posteriormente se anunció que dio positivo en una etapa y su equipo, el Lampre, le despidió.

La EPO volvió a ganar notoriedad en la Vuelta a España de 2005. Roberto Heras logró su cuarto triunfo final y se convirtió en el ciclista con más triunfos en su palmarés, por delante del suizo Tony Rominger, pero fue desposeído al dar positivo en la contrarreloj del penúltimo día, en Alcalá de Henares. España volvería a ser protagonista en mayo de 2006, cuando estalló la operación Puerto.

La Guardia Civil desarticuló una red de dopaje dirigida por Eufemiano Fuentes y que acabó suponiendo sanciones para estrellas como el italiano Ivan Basso, el alemán Jan Ullrich o Paco Mancebo, así como el abandono del ciclismo del equipo Comunitat Valenciana y la salida como patrocinador de Liberty Seguros, primero, y luego Würtz. La operación Puerto generó un limbo con muchos ciclistas que no habían dado positivo en controles, pero que no encontraban equipo para correr. Muchas dudas, pocas certezas. Desde Alemania y Francia se ha insistido en la necesidad de reabrir el caso y profundizar en la vinculación de ciclistas como Alejandro Valverde o, incluso, Alberto Contador.

El Tour, dañado

Antes, en el Tour de 2006, el estadounidense Floyd Landis realizó una portentosa exhibición en una de las etapas tras perder, el día antes, el jersey amarillo. Lo recuperó y acabó el Tour subido a lo más alto del podio, pero días después se conoció que dio positivo por testosterona. Más de un año después, Óscar Pereiro, segundo en París, fue reconocido como legítimo ganador.

Un año después, en 2007, el Tour volvió a verse salpicado por escándalos relacionados con el dopaje. El kazajo Vinokourov, uno de los ciclistas más combativos del mundo y ganado de la Vuelta en 2006, dio positivo por una transfusión sanguínea. Su equipo, el Astaná, abandonó la carrera. Lo mismo hizo el Cofidis días después, obligado por el positivo por testosterona del ciclista italiano Cristian Moreni. Y el Rabobank mandó para casa al danés Rasmussen cuando era líder por saltarse unos controles fuera de competición en circunstancias un tanto extrañas.

Días después de la conclusión de la ronda gala, el kazajo Kashechkin también dio positivo por una autotransfusión mientras se entrenaba por tierras turcas. Y entre tantos confirmados, confesiones. Bjarne Riis (ganador del Tour 1996) o Erik Zabel, entre otros ex integrantes del T-Mobile, reconocieron haber recurrido a sustancias dopantes durante la década de los noventa.

Transfusiones, inyecciones,... el ciclismo se ha llenado en diez años de terminología médica que ha eclipsado la majestuosidad de un deporte que sigue abarrotando las cunetas de las carreras.

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