Un rescate que pasó a la historia: el todo o la nada en la montaña asesina

Subiendo la cara Diamir del Nanga Parbat.
Subiendo la cara Diamir del Nanga Parbat.
José Carlos Tamayo
Subiendo la cara Diamir del Nanga Parbat.

A finales de los años 90, Sebastián Álvaro, creador de la famosa serie de documentales 'Al Filo de lo Imposible', ideó una expedición cuyo objetivo fue seguir los pasos de Alejandro Magno. A base de esta idea, en abril de 1999, un pequeño y compenetrado grupo, compuesto por los destacados alpinistas José Carlos Tamayo, Jon Lazcano y los hermanos Félix y Alberto Iñurrátegui, fue a Grecia. Allí los cuatro ascendieron el Monte Olimpo (2.918 m), el trono de los dioses griegos.

Desde allí el grupo pasó a Irán para escalar las tres montañas más altas de ese país: el Damavand (5.671 m), el Ama Kuh (4.850 m) y el Takh e Soleiman (4.650 m). El monte Damavand es símbolo de la persistencia de la cultura iraní y es mencionado en muchas obras literarias persas y en la mitología. Hace muchísimo tiempo fue un volcán activo pero en nuestra era ya sólo emite gases de azufre. Los españoles tuvieron bastante dificultad para respirar en su ladera. Después del Damavand, el grupo cruzó Irán hacia el mar Caspio, recorriendo casi 7.000 metros de desnivel, para luego meterse en un corredor entre los picos de la larga cadena montañosa llamada Zagros. Igual que Alejandro Magno, los españoles visitaron también Qom, Isfahan, Persépolis y el Baluchistán iraní.

De izquierda a derecha Félix Inurrátegui, José Carlos Tamayo y Alberto Inurrátegui.
De izquierda a derecha Félix Inurrátegui, José Carlos Tamayo y Alberto Inurrátegui.
Sebastián Álvaro

Su camino luego siguió hacia Pakistán, desde la peligrosa zona paquistaní del Baluchistán hasta Islamabad. De allí los expedicionarios recorrieron la famosa carretera llamada Karakorum Highway, que tiene una longitud de casi 800 km, y finalmente llegaron a la ciudad de Skardu. El siguiente objetivo del grupo fue escalar la impresionante Torre Sin Nombre (6.239 m), del grupo de torres Trango que son las torres de granito más espectaculares del mundo, tanto por su belleza como por su dificultad técnica. El equipo llegó al campamento base de los Trango el 6 de junio de 1999. Tras escalar la difícil ruta yugoslava de 33 largos de escalada en la Torre Sin Nombre, con períodos de mal tiempo, finalmente lograron llegar a su cima después de 22 días de trabajo arduo.

Hasta aquí todo iba según los planes del pequeño grupo. En esos momentos ni se imaginaron que dentro de poco iban a suceder unos acontecimientos que cortarían la respiración, cuando llegasen al siguiente objetivo en Pakistán, la peligrosa Nanga Parbat de 8.125 metros, la novena montaña más alta de la tierra. El nombre de Nanga Parbat significa 'Montaña Desnuda', pero a menudo es apodado con el nombre de 'montaña asesina'. Es uno de los ochomiles que más vidas se ha cobrado a lo largo de la historia del alpinismo.

Mal tiempo en el Nanga Parbat
Mal tiempo en el Nanga Parbat
Sebastián Álvaro

El 15 de julio de 1999, Tamayo, los Iñurrátegui, Lazcano, y los recién incorporados Sebastián Álvaro y Antonio Perezgrueso, llegaron al campamento base del Nanga Parbat, acompañados por un grupo de porteadores pakistaníes. Pero nada más llegar, se encontraron con una situación crítica: todavía no empezaban a montar las tiendas de campaña cuando de repente vino a verlos un porteador nervioso, ajeno al grupo, con un walkie-talkie en la mano, para poner en contacto a los españoles con unos alpinistas colombianos que se encontraban en esos momentos a unos 6.900 metros, cerca del campo 3 del Nanga Parbat.

Los colombianos relataron a los españoles que uno de sus escaladores estaba gravemente herido tras una caída, con un pie roto, heridas en la cabeza, y quizás también con la columna vertebral dañada. Los colombianos necesitaban ayuda urgentemente porque además ya llevaban dos días con este percal a casi 7.000 metros. Durante la conversación, los colombianos comentaron que había una expedición coreana también en la montaña, liderada por un tal Mr. Hon, que los coreanos habían hecho cumbre pero que no pararon a socorrer a los colombianos. Por otro lado, los colombianos hablaron también de un grupo japonés que en esos momentos estaba en su ataque a cima, pero que ni siquiera se quería molestar contestando las llamadas de socorro por radio de los colombianos.

Los españoles de este modo se convirtieron en el único clavo ardiendo al que asirse. Tamayo, Álvaro y sus compañeros sabían que tenían que apencar con lo que había y organizar el rescate del montañero colombiano, a toda velocidad. Primero Tamayo y Sebas les dijeron a los colombianos que éstos deberían ponerse en marcha hacia abajo, porque si no, morirían todos allí arriba a 6.900 metros. Los españoles sabían que un helicóptero del ejército de Pak Army podría llegar, como mucho, hasta el campamento base. 

El todo o la nada

Los españoles prometieron a los colombianos que iban a subir a por ellos, insistiendo a la vez que empezaran a moverse ya como fuera, para descender hasta por lo menos al campo 2. Los españoles, sin embargo, no tenían ninguna camilla para subir a la montaña. De pronto se les ocurrió una idea ingeniosa: serrar un bidón de plástico por la mitad, convirtiéndolo en una camilla improvisada. A las 4 de la madrugada del día siguiente, los cuatro escaladores españoles junto a dos porteadores empezaron a ascender con la camilla improvisada. Todos sabían que el rescate iba a ser una apuesta de todo o nada.

El peligroso rescate ascendiendo la pared Kinshofer.
El peligroso rescate ascendiendo la pared Kinshofer.
José Carlos Tamayo

Subir la cara Diamir del Nanga Parbat esconde peligros constantes, entre ellos la famosa pared Kinshofer, de más de 100 metros. Escalar el muro Kinshofer ya de por sí es muy agotador y difícil, sin hablar de lo que esto significaría con un bidón en la mano. Durante el ascenso, antes de alcanzar el muro Kinshofer, los dos porteadores decidieron darse la vuelta por la peligrosa que se volvió la ruta en el corredor a partir del mediodía. Las caídas de rocas empezaron a ser constantes.

Los escaladores españoles llegaron al campo 2 (a 6.100 m) a las 13.00 horas, tras solventar más de 2.000 metros de desnivel en cuestión de 9 horas

Sin embargo, los colombianos en este tiempo no pudieron descender nada y su walkie-talkie estaba apagado. Los cuatro socorristas no sabían qué estaba ocurriendo con los colombianos, pero Álvaro y Perezgrueso, que estaban observando todo desde el campamento base mediante binoculares, vieron que los colombianos estaban parados por alguna razón. La tensión en el campo base fue palpable, por una parte por la preocupación por el escalador colombiano herido, y por otro, por la suerte de los cuatro escaladores españoles que estaban ascendiendo. 

En la madrugada siguiente, camino al campo 3, los españoles se toparon con los colombianos que parecía que finalmente pudieron ponerse en marcha. Ese día todos juntos alcanzaron el campo 2 donde pasaron una noche horrorosa. Los alpinistas españoles se pusieron en contacto por radio con el campamento base indicando que el alpinista colombiano lesionado se llamaba Volker Stallbohm, que se encontraba muy demacrado y malherido. Álvaro rápidamente se puso en contacto con Pak Army para pedirles que enviaran un helicóptero de rescate a la mayor brevedad posible. 

Sin embargo, ese helicóptero no podría subir por encima del campamento base por el mal tiempo. En la mañana siguiente, Lazcano, Tamayo y los hermanos Iñurrátegui llevaron a cabo uno de los rescates más impresionantes: pusieron al herido en la camilla y descendieron por el exigente muro Kinshofer en medio de una intensa caída de rocas y piedras. Se tiraron 10 horas expuestos al bombardeo de piedras, y una llegó a impactar en el brazo de Alberto Iñurrátegui. Valientes y sin inmutarse, los alpinistas seguían con el descenso, luchando contra los elementos, sin rendirse. Al atardecer finalmente alcanzaron el campamento base con Stallbohm. Al mismo tiempo el helicóptero pakistaní llegó también.

Metiendo a Volker Stallbohm en el helicótero.
Metiendo a Volker Stallbohm en el helicótero.
Sebastián Álvaro

Los porteadores al ver todo esto, no se creían lo que estaban presenciando y algunos se pusieron a rezar. Pero antes de subirse al helicóptero, Stahllbohm de pronto agarró la mano de Tamayo para dar las gracias por el rescate. Nada más elevarse el helicóptero, se puso a llover, y el cielo se cerró. Si el helicóptero hubiera sido avisado más tarde, ya no hubiera podido aterrizar en el campamento base.

El tiempo empeoró y el tiempo de los españoles se acababa para hacer un ataque a la cima de la montaña. De hecho, Lazcano tuvo que abandonar al equipo y volver a España. El resto del grupo decidió quedarse unos días más por si habría una última oportunidad para ascender el Nanga Parbat. El buen karma finalmente llegó, y en una corta ventana de buen tiempo los Iñurrátegui y Tamayo partieron del campamento base el 27 de julio. Como bestias, en el mismo día solventaron 2.000 m de desnivel hasta el campo 2, y el día siguiente ascendieron hasta el campo 4, situado a unos 7.150 metros.

El 29 de julio los hermanos Iñurrátegui y Tamayo coronaron el Nanga Parbat. Toda la ascensión (incluyendo el rescate) la llevaron a cabo sin ayuda externa y sin el uso de oxígeno suplementario. Dos días más tarde, los tres descendieron al campamento base sanos y salvos. Lo que está claro es que los alpinistas hicieron lo que el corazón les dictó en cada momento, en contra del riesgo, del peligro, y con la premisa de un posible fracaso de la expedición para coronar el Nanga Parbat. Sin embargo, todo esto no les impidió expresar con actos y hechos que la solidaridad es lo más valioso en las montañas, y que nunca se debe dejar atrás a nadie que necesite ayuda.

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