Dos estrellas brillan con luz propia en lo alto del techo del mundo, el indomable Everest

Marco Siffredi, en la cima con su tabla. Es su última imagen vivo.
Marco Siffredi, en la cima con su tabla. Es su última imagen vivo.
M.S.
Marco Siffredi, en la cima con su tabla. Es su última imagen vivo.

El Everest (8.848,86 m), la montaña más alta de la tierra, tiene una larga historia de ascensiones destacables. Desde su primera ascensión en 1953, ha habido algunas hazañas realmente impresionantes en sus laderas. Pero por otro lado, a partir de mediados de los años 90, y más acentuadamente en los últimos veinte años, las expediciones comerciales han ido monopolizando la montaña, convirtiéndola hoy en día en el basurero más alto del planeta. En la mayoría de los casos y con contadas excepciones, el Everest es el objetivo de los coleccionistas de picos y turistas de gran altura que suben por la ruta normal, el collado sur-arista sureste, acompañados por un régimen de sherpas que les transportan la mochila, las botellas de oxígeno y hasta la botella del agua, por la ruta 'pavimentada por cientos de metros de cuerdas fijas.

No hay mejor manera de devolver a la montaña su dignidad que traer algunas de las conmovedoras historias de escalada de su pasado. En este mes de mayo, mientras se escriben estas líneas, cientos de personas están atacando su cima. Pero también se cumplen aniversarios y acontecimientos de su historia. Entre estos aniversarios surgen dos nombres: el de Tom Hornbein y el de Marco Siffredi, unidos a la vez por una fecha, el 22 de mayo, y un lugar, el Corredor Hornbein del Everest.

El Corredor Hornbein en el Everest.
El Corredor Hornbein en el Everest.
Everest Today

El pasado 6 de mayo falleció el legendario alpinista estadounidense Thomas 'Tom' Hornbein, a los 92 años. En la primavera de 1963, Hornbein, junto a su compañero de cordada Willi Unsoeld, abrieron una ruta nueva y realizaron la primera travesía en el Everest. Hornbein y Unsoeld accedieron a la arista oeste desde el Glaciar del Khumbu, alcanzando la arista oeste a la altura de 7.300 m. Durante trescientos metros de desnivel continuaron hacia arriba por terreno desconocido, hasta que llegaron a un tramo complicado. 

Un humor auténtico

Allí , a 7.650 metros, tuvieron que meterse en la cara norte de la montaña. El fuerte viento los acechaba, pero ellos siguieron, mientras que otros dos miembros del equipo estadounidense ascendían por la ruta normal. Unsoeld y Hornbein usaban oxígeno embotellado durante la ascensión, que en esa época era lo normal, y más si tenemos en cuenta de que el flujo del oxígeno no era tan potente como hoy en día, ni tenían repuestos. Hornbein, en una de las conversaciones por la radio que mantuvo con el campamento base durante el ascenso, le contestó al compañero que lo preguntó si todo iba bien, porque escuchaba a Hornbein jadeando mucho. Hornbein le respondió por la radio que no era él quien estaba jadeando, sino el viento que estaba soplando fuerte. El del otro lado de la radio le pidió disculpas por acusarle de estar cansado. Así fue Hornbein, con un humor auténtico hasta en los momentos más difíciles.

Unsoeld y Hornbein, antes de emprender su ascenso en una foto histórica.
Unsoeld y Hornbein, antes de emprender su ascenso en una foto histórica.
Barry Bishop

Siguieron para arriba, y a la altura de 8.000 metros llegaron a un corredor estrecho y muy peligroso que hoy lleva su nombre. En ese punto no tuvieron opciones para retroceder. La única solución que les quedaba era ascender por el vertiginoso corredor, rodeados por el abismo. Hornbein mismo comunicó al campamento base que no había marcha atrás.

Finalmente, el 22 de mayo de 1963, consiguieron llegar a la cima del Everest, bastante tarde, a las 18.15 horas. Desde la cumbre empezaron a descender por la ruta normal, y unas horas más tarde se encontraron con los otros dos compañeros que habían hecho cumbre por la ruta normal tres horas antes, y ya estaban en descenso.

Pero el oxígeno se iba agotando y la noche cayó. Los cuatro alpinistas tuvieron que hacer un vivac al aire libre, sin ninguna protección, a más de 8.500 metros. Así recordó esa noche Hornbein: "Cada uno se dedicó a tiritar del frío hasta las primeras luces. Y entonces el sol se elevó sobre el Kangchenjunga y el mundo entero despertó".

Varias expediciones posteriores intentaron esa ruta, y tan sólo 16 personas fueron capaces de ascenderla.

Una idea temible

En el otoño de 2002, un joven snowboarder francés de Chamonix, Marco Siffredi de 23 años, ya con experiencia en ochomiles a sus espaldas, tuvo la idea de ascender el Everest por el lado norte (tibetano) y descender en snowboard por el temido Corredor Hornbein. Siffredi ya había surfeado en las laderas del Cho Oyu (8.188 m), del Shishapangma (8.027 m), y del propio Everest por el Corredor Norton (2001), y también había bajado en snowboard de varias montañas peligrosas del mundo, antes de esta expedición. Pero el proyecto de 2002 superaba en dificultad a todas aventuras anteriores. 

Marco Siffredi, en una cima con su tabla.
Marco Siffredi, en una cima con su tabla.
M.S.

Siffredi, el 8 de septiembre de 2002, a las 14.10 horas alcanzó la cima del Everest, muy cansado, junto a tres sherpas que intentaron convencerlo allí arriba para que no emprendiera la bajada de esa manera, pero Marco fue un soñador indomable. En la cumbre estuvo esperando durante una hora a que el tiempo mejorara, ya que se asomaban nubes más abajo. Los sherpas iniciaron su descenso al campo base avanzado, y Siffredi empezó a descender sobre la tabla hacia el Corredor Hornbein.

Durante algunos tramos los sherpas vieron su figura, pero en un momento dado le perdieron de vista y la huella de su snowboard de repente no tenía continuación. Siffredi probablemete sufrió una caída fatal. Su cuerpo nunca fue encontrado.

Precisamente el 22 de mayo, en el día del aniversario de la ascensión del ’63 de Hornbein y Unsoeld, Siffredi hubiera cumplido 44 años. Como una vez escribió sobre él Kilian Jornet: "Marco Siffredi, una estrella fugaz que sigue inspirando hoy".

Hornbein y Siffredi, enlazados por la misma fecha y el mismo lugar, siempre permanecerán como dos estrellas con luz propia en la historia del alpinismo.

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