OPINIÓN

Una noche de tormenta con De la Fuente y Bori Fati

De la Fuente, ante Escocia.
De la Fuente, ante Escocia.
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De la Fuente, ante Escocia.

Luis de la Fuente y Bori Fati dinamitaron una tranquila noche de marzo. Ambos pusieron mucho de su parte para convertir un martes previo a la Semana Santa en una de las mejores noches de radio de los últimos tiempos. Primero la derrota de España, que levantó en armas a muchos nostálgicos de Luis Enrique contra el nuevo plan de la selección. Después, un padre triste, cabreado y dispuesto a quedarse a gusto por los pocos minutos que tiene su hijo en el Barça. No hace falta cocinar mucho cuando el producto es tan bueno, sobra cualquier salsa, cualquier adorno. El menú no defraudó.

La selección española es una máquina de crear decepciones. Da igual quien esté en el banquillo. No es que no tengamos equipo para ganar una gran competición, es que empieza a parecer que en una de estas, cualquier día nos quedamos sin jugar una fase final, como le ha sucedido a Italia en el último Mundial. Y esto era así en Qatar, y antes también. Lo milagroso es que España, con Luis Enrique, jugara una semifinal en la última Eurocopa, y que cayera ese día con honor y haciendo su mejor partido. Definitivamente, hay que bajar el nivel de esperanza, no el de exigencia, pero sí deberíamos medir mucho más la emoción que nos genera la llegada de una Eurocopa o un Mundial. 

Lo milagroso es que España, con Luis Enrique, jugara una semifinal en la última Eurocopa.

Bori Fati decidió, solo un par de horas después de la derrota de la selección, sacar de dentro todo lo que debía llevar meses mascullando en la soledad de su casa o en la butaca del Camp Nou. Yo no sabría muy bien elegir el titular más destacado de una conversación que llegó a descolocarme en directo; los periodistas ya no estamos preparados para entrevistas en las que nuestro entrevistado nos regala decenas de mensajes contundentes. Con Bori no hubo tópicos ni lugares comunes. ¿Estuvo bien? Lógicamente, dijo lo que pensaba sin pensar lo que estaba diciendo. Lo hizo desde el amor pasional hacia Ansu y desde el sufrimiento de ver como se puede perder el tren del fútbol, en el que su hijo estaba viajando en primera clase.

Ansu era muy bueno antes de la lesión. Era una joya. Ahora su padre reclama confianza y continuidad. Llega a pedir Bori el mismo hábitat para Ansu en Barcelona que el que se encontró Vinícius en Madrid. No es mal ejemplo, aunque no haya lesión de por medio. Vinícius tuvo una progresión mucho más calmada. Ansu vivió en apuros casi desde el principio y su rodilla quizá no estaba para volver cuando volvió.

Es el cristal con el que miramos el que nos altera muchas veces la opinión.

Es curioso como convergen en la misma noche las críticas y los lamentos en un mismo espacio, en un mismo entorno. Y como cambian las cosas en función de quién las diga y donde las diga. No es lo mismo una derrota con Luis Enrique que una con Luis de la Fuente. No es lo mismo escuchar al padre de un jugador en una emisora u otra. Es el cristal con el que miramos el que nos altera muchas veces la opinión. Son los prejuicios, los sesgos. Menos mal que la selección nos ha acostumbrado a vivir decepcionados.

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