“Enhorabuena, te ha tocado con el Madelman de la comisaría”, le dice uno de sus nuevos compañeros a Úrsula Corberó en El cuerpo en llamas. La serie de Netflix, que recrea una de las últimas páginas de la crónica negra en España, está construida sobre un incomprensible asesinato, el de Pedro Rodríguez a manos de su novia, Rosa Peral, y el amante de esta, Albert López. Los tres vestían el uniforme de la guardia urbana de Cataluña: Pedro trabajaba en tráfico y Rosa y Albert habían patrullado, juntos, las calles de Barcelona durante años.
El Madelman de la comisaría era, por tanto, Quim Gutiérrez. En la serie, la pareja de guardias congenia en seguida tras disfrutar, juntos, de una jornada de cacería en la que las presas son los manteros de Las Ramblas. A partir de aquí, Rosa Peral se convierte en una parte esencial de la vida de Albert López, cuyas horas fuera del trabajo se repartirán entre la cama de Úrsula Corberó y el tatami de un gimnasio.
Para Quim Gutiérrez, el gimnasio ha sido, también, su hábitat natural durante el rodaje de El cuerpo en llamas. La condición física de su personaje, exhibida con detalle a lo largo de los ocho episodios que componen la serie, lo ha obligado a aumentar la intensidad de sus entrenamientos para aumentar su masa muscular en ocho kilos.
¿Qué rutina ha seguido Quim Gutiérrez para su físico?
No podemos hablar de una "sorprendente" o "inexplicable" transformación física como la de Christian Bale en El maquinista o la de Jared Leto en El asesinato de John Lennon porque Quim Gutiérrez, kilo arriba, kilo abajo, siempre ha sido un actor atlético.
Desde la adolescencia, practica varios deportes y se ha mantenido en forma. Sin embargo, su preparación para El cuerpo en llamas encerraba dos inconvenientes que deben ser tenidos en cuenta: el limitado margen con el que contaba Gutiérrez para alcanzar su objetivo y, también, la edad del actor, que sobrepasa la frontera de los 40 años.
El barcelonés confió en un nutricionista y en un entrenador personal para lograr su propósito: el primero elaboró una dieta, dominada por los batidos de proteínas, que llevó a Quim Gutiérrez a “comer como un animal”, según sus propias palabras. Tenía muchas calorías que quemar y poco tiempo para hacerlo.
Para ganar los ocho kilos deseados de músculo, Gutiérrez se puso los guantes de boxeo y se afanó en los llamados entrenamientos de fuerza. La meta de estas rutinas es la de aumentar la masa muscular mediante un proceso conocido como hipertrofia, en el que el músculo, al ser sometido a una tensión superior a la habitual, sufre un daño controlado que hace que el tejido más débil se destruya y, al ser reparado, se sustituya por uno más fuerte. En consecuencia, la musculatura aumenta de volumen.
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