La determinación de Pedro Sánchez ha topado con la de Pablo Iglesias. La gracia con la que fluyeron, en líneas generales, los primeros nombramientos del Gobierno se ha tornado en una agria disputa por el control de la televisión pública. Un triste y viejo espectáculo, que demuestra que la realidad siempre está al quite para imponerse sobre los golpes de efecto.
OPINIÓN02.07.2018 - 06:30h
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