Las distracciones de Carmen

Carmen Calvo. (ARCHIVO)
Carmen Calvo. (ARCHIVO)
Carmen Calvo. (ARCHIVO)

Carmen Calvo, la egabrense, llevaba ya tiempo distraída. Tanto que la noticia de su destitución la pilló desprevenida.

Tan segura estaba de la seguridad de su cargo que no las vio venir; miraba para otro lado. Carmen Calvo, la ministra de la moda, tan acostumbrada ella a a mirarse al espejo en lugar de a su alrededor, no vio que andaba por el vanidoso mundo de la cultura clavando sus tacones en los callos de los editores y autores, los del cine y el teatro... Por eso Carmen Calvo, el torbellino parlante, ha llevado tan mal su salida de la Casa de las Siete Chimeneas de Madrid. Por eso la tomó con su sucesor en la ceremonia del traspaso de poderes, sin ver en la cara de los presentes el efecto de sus palabras.

"De los peores ratos de mi vida", cuenta Molina, el nuevo ministro de Cultura al que acusó sin muchas ironías de no haber parado hasta conseguir su sillón.

Ahora Carmen Calvo, la digna, sí mira a su alrededor y con ojos como platos, pero el resentimiento no le deja enfocar y rechaza airada la silla de vicepresidenta del Congreso. Carmen Calvo sigue distraída, sin ver los cacharros de su futuro esparcidos por donde pasa.

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