¿Cuál es su primer recuerdo de Bilbao?

Malísimo. Vivía en Mondragón y cuando tenía 16 años me tuvieron que llevar a Bilbao para operarme en la clínica de Indautxu. Era la primera vez que estaba en Bilbao y no tengo buen recuerdo. Además, era una ciudad muy gris.

¿La mejor banda sonora para pasear por la ciudad?

Una bilbainada. Cuando traigo amigos de fuera, les sorprende mucho. Para pasear es lo que toca.

Cuando cierra los ojos y piensa en Bilbao, ve...

No lo he hecho nunca. Ahora, lo que más me atrae de la ciudad es el cambio que ha dado. Me cautivó. También su gente. Puedes hablar con todo el mundo.

¿Qué estación le sienta bien a Bilbao?

La primavera, porque hay una temperatura ideal. Aunque en invierno también es muy agradable.

¿A qué huele Bilbao?

¿A qué huelen las nubes?

¿Y a qué sabe?

Eso sí. Sabe a chuleta, a buen pescado, a buena mesa. Bilbao tiene una gastronomía fantástica.

¿Las mejores vistas de Bilbao?

Hay un par de vistas que me encantan. Desde el restaurante Horma Ondo, en el campo de golf de Artxanda; y desde el Kate Zaharra, también en la zona.

Ama Bilbao...

Cada vez más. Vivo aquí desde hace seis años y la acogida ha sido muy buena. Le tengo mucho cariño y ya lo considero como mi casa.

¿Y le desquicia?

No se puede aparcar o dejar el coche un momento en doble fila. Me parece muy bien que se hagan zonas peatonales, pero andar con el coche es caótico.

¿Su último viaje en metro?

Al BEC, a un acto.

¿Qué echa de menos cuando está fuera?

Mi entorno, pasear con mi hijo... Echo de menos el txoko que es Bilbao.

¿Cómo es el bilbaíno?

Chulo, echado palante algo arrogante; pero siempre en positivo.

¿Donde le gustaría que esparcieran sus cenizas?

En cualquiera de los dos restaurantes que he dicho.

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