CÉSAR JAVIER PALACIOS. PERIODISTA EXPERTO EN MEDIO AMBIENTE
OPINIÓN

Veneno navideño contra los topillos

El geógrafo, naturalista, escritor y periodista César Javier Palacios, en la redacción de 20minutos.
El geógrafo, naturalista, escritor y periodista César Javier Palacios, en la redacción de 20minutos.
JORGE PARÍS
El geógrafo, naturalista, escritor y periodista César Javier Palacios, en la redacción de 20minutos.

Estas Navidades, como los agricultores de Castilla y León han sido muy buenos, los Reyes Magos de la Junta les van a hacer un regalo estupendo: veneno. A todo trapo, en cantidades industriales, miles y miles de kilos totalmente gratis llenando sus zapatos y desparramándose alegremente por cuadras y naves hasta cubrir con un bello manto de muerte las tierras de Palencia, Salamanca, Valladolid y Zamora. Burgos y Palencia se quedan de momento en la reserva, a la espera de ver cómo se portan. Las chicas de Freixenet brindarán alegres con los agraciados paisanos entrechocando copas burbujeantes de bromadiolona, ese rodenticida salvaje que además de matar milanos, ratoneros, calandrias, palomas, perros, gatos, liebres y zorros es probable que también mate topillos, un pequeño roedor cuyas poblaciones registran explosiones demográficas cíclicas. Unos años hay muy poquitos y otros aparecen por miles dañando los cultivos. Este invierno son plaga. Por eso la comisión de roedores y otros vertebrados del comité científico de lucha contra las plagas agrícolas de Castilla y León ha decretado la emergencia fitosanitaria para alegría de los laboratorios fabricantes de raticidas.

Repiten regalo. En 2007 también hubo veneno para todos. El coste de la campaña de control, 24 millones de euros, fue más alto que los pagos compensatorios por daños a cultivos, 5,5 millones de euros. A pesar de los malditos roedores, la producción de cereal, patatas y viñas fue entonces la más alta registrada en los últimos diez años. Pero cuando se trata de gastar dinero público esos detalles no tienen importancia.

Tampoco se tienen en cuenta las demoledoras conclusiones de un grupo de expertos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), demostrando que la plaga de los años 2006 y 2007 finalizó de forma natural y no por el uso de venenos. De hecho, en espacios naturales protegidos como las lagunas zamoranas de Villafáfila, donde no se utilizaron tóxicos, los topillos desaparecieron al mismo tiempo que en las zonas donde se emponzoñó el campo a paladas.

Además de inútil, el veneno elegido es altamente peligroso para la fauna salvaje por su persistencia en tejidos animales y su acumulación en la cadena trófica. Muere el topillo y también mueren las águilas que se los comen e incluso pueden morir los zorros que se comen a estas águilas muertas que se comieron a los topillos.

No todo es matarlos a cañonazos químicos. Por supuesto también se recomienda el control biológico de la plaga mediante la protección de sus depredadores naturales. Supone instalar (ya veremos quién y cuándo) posaderos y cajas nido para lechuzas, cernícalos y mochuelos. Buena idea, pero hacerlo en los mismos lugares donde se está echando veneno es, además de incompatible, demencial. A nadie se le ocurre atraer rapaces a un sitio envenenado, salvo que también se quiera acabar con ellas. La normativa antiplaga prohíbe igualmente la caza de especies cinegéticas predadoras del topillo campesino, aunque dudo mucho que eso incluya al zorro y al lobo, a los que siempre se prefiere saludar en Castilla con el plomo de las escopetas.

Finalmente, los técnicos de la Junta de Castilla y León recomiendan a los agricultores una serie de actuaciones de destrucción ambiental que haga inhabitable los campos para cualquier ser vivo, como la eliminación de la cubierta vegetal en cunetas, lindes y regatos (limpieza lo llaman, se ve que árboles y arbustos ensucian), y su mantenimiento periódico mediante quemas y riego con herbicidas tipo glifosato. También aconsejan un arado en profundidad de las tierras que arrasará con los yacimientos arqueológicos.

Todos saben que venenos y labores devastadoras no acabarán con los topillos, pero alegrarán a la militancia rural. De respetar el equilibro ecológico, cuidar el campo y sus ciclos biológicos naturales o apostar por la sostenibilidad el boletín oficial no dice nada.

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