ÓSCAR PUENTE. MILITANTE DEL PSOE Y ALCALDE DE VALLADOLID
OPINIÓN

El golpe de Estado en el PSOE, de un cabo chusquero y dañino

El alcalde de Valladolid, Óscar Puente
El alcalde de Valladolid, Óscar Puente
EUROPA PRESS
El alcalde de Valladolid, Óscar Puente

En el año 2000, en el XXXV congreso del PSOE, al que asistí tras ser elegido en una lista abierta (por entonces proscrita), me integré en la plataforma ‘Iniciativa por el Cambio’, coordinada por Manu Escudero y de la que formaban parte, entre otros,  Pepe Borrell o Cristina Narbona. Lo que proponíamos entonces en el seno del partido era sencillo: listas abiertas, limitación de mandatos, incompatibilidades y primarias. Buscábamos, entre otras cosas, evitar la esclerosis en los procesos de renovación de la organización que producía su funcionamiento excesivamente jerarquizado o garantizar la sintonía entre el liderazgo del partido y los militantes, sintonía que saltó por los aires en el XXXIV congreso con la elección por mandato dinástico de Almunia y la posterior defenestración de Borrell, a manos de los mismos que no vieron con buenos ojos su irrupción democrática.

Han pasado 16 años desde entonces y habíamos avanzado en alguna de esas reclamaciones, luchando siempre contra las resistencias de quienes conciben la organización de arriba a abajo. El logro más relevante fue la elección del secretario general por el voto directo y secreto de los militantes. Esa medida se impuso por puro empuje de las bases, a pesar de lo cual muchos miembros de las denominadas élites del partido nunca creyeron en ella. El mandato de Pedro Sánchez es un buen ejemplo. Los dirigentes territoriales siempre consideraron que el voto que le dieron los militantes a Pedro no era suyo. En realidad se trataba de un préstamo que los denominados barones le hacían y que debía serles devuelto con intereses. En el fondo no habían admitido la democracia directa más que con una finalidad puramente cosmética. El secretario general debía someterse a su dictado y si no lo hacía le pasaban la correspondiente factura en los medios de comunicación. Así fue durante 2 años, incluso en plena campaña de las gallegas y vascas, rompiendo una de las reglas no escritas que siempre se habían respetado en el PSOE. Llegados a ese punto, el secretario general decidió poner pie en pared y plantear la celebración de un congreso en el que se diese la voz a los militantes, permitiendo que fuesen ellos los que decidiesen la línea política a seguir y el líder que pudiese encarnarla en un momento de encrucijada.

La reacción de los barones es de todos conocida y tiene un claro fundamento. Si los militantes votasen ahora se visualizaría que, incluso con su opinión en contra, el secretario general tiene un amplísimo respaldo de la militancia, de manera que lo que ellos consideraban un préstamo se convertiría automáticamente en un activo del líder, al que ya no podrían someter como intentaron, día sí día también, durante todo su mandato. No querían pues que se constatara que el secretario general se había ganado lo que ellos creían haberle prestado, el apoyo de la militancia.

La otra cara de esta moneda es la abstención a un gobierno del PP. Quien más claro ha hablado en los últimos días del asunto es Ramón Jáuregui, al afirmar que Pedro Sánchez debía haber liderado la abstención, expresando en voz alta lo que los barones siempre quisieron. Los barones pretendían que Sánchez se bebiese la cicuta de la abstención para después defenestrarlo. La cicuta debía bebérsela solo pues ninguno estaba dispuesto a echarle una mano, como se demostró en su consentimiento a que el "No es No" pasase por unanimidad en el Comité Federal celebrado en julio. Ni uno solo abrió la boca en defensa de esa abstención que de manera vergonzante pretenden que se produzca ahora sin que sus labios siquiera la pronuncien. ¿Se han dado cuenta hoy de que tenemos 85 diputados? Eso lo sabemos todos desde el 26 de junio. ¿Son conscientes ahora de la dificultad de formar un gobierno alternativo al PP? Eso lo sabían cuando votaron no a la investidura de Rajoy en el Comité Federal de julio. ¿Por qué esta posición ahora? Porque el secretario general se negó a hacerles el trabajo sucio, porque se negó a liderar una posición en la que no creía, porque se negó a aparecer ante militantes y votantes traicionando la palabra dada.

Las razones que, sottovoce, se esgrimen hoy para justificar la posición del partido, a la que nadie quiere poner nombre y apellidos y que eufemísticamente denominan "evitar las terceras elecciones" son simplemente una vergüenza. "Ahora no podemos ir a unas terceras elecciones con garantías". Después de descabezar al partido es bastante evidente o ¿acaso esperaban otra cosa?  "Preferimos un Rajoy débil a uno más fuerte después de unas terceras elecciones" ¿de verdad creen que nuestros votantes van a entender que nos abstengamos por miedo a unas terceras elecciones o por miedo a un Rajoy más fuerte? ¿Qué ‘razones de Estado’ son esas? ¿Es que acaso no han tomado las riendas del partido los que se jactan de saber ganar las elecciones y han eliminado al que no paraba de perderlas? Si se consuma la investidura, ¿quién va a apoyar los Presupuestos? ¿Qué medidas legislativas vamos a sacar adelante desde la oposición con la capacidad de bloqueo que tiene el PP desde el Gobierno y el Senado? Cuando Rajoy quiera y se canse de la inestabilidad que, paradójicamente, le anunciamos tras decir que nos abstendremos en pro de la estabilidad, disuelva las cámaras y convoque nuevas elecciones, ¿en qué situación estará el PSOE para afrontarlas? Para evitarlas, ya que no nos vienen bien, ¿nos plegaremos siempre a lo que Rajoy quiera proporcionándole el apoyo que precise para sacar sus pretensiones adelante? ¿Somos conscientes de que de ese modo no haremos más que seguir perdiendo credibilidad?

Dice Pepe Borrell que el golpe, si es que lo es, ha sido organizado por un cabo chusquero. A tenor del esperpéntico resultado es evidente que tiene razón. No debemos sin embargo despreciar el daño que un cabo chusquero puede hacerle a un país y a una organización centenaria como es el PSOE. Ejemplos tiene la historia en abundancia. De momento, si nadie lo remedia, el PSOE tomará una decisión que no ha explicado ni debatido, lo hará por la puerta de atrás, de forma vergonzosa y vergonzante y habrá perdido, no sé si definitivamente, la credibilidad que aún le quedaba. Cabo chusquero, puede. Enormemente dañino, también.

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