MIGUEL OTERO-IGLESIAS. INVESTIGADOR PRINCIPAL DEL REAL INSTITUTO ELCANO
OPINIÓN

La política alemana deja de ser aburrida

Miguel Otero-Iglesias.
Miguel Otero-Iglesias.
MIGUEL OTERO-IGLESIAS
Miguel Otero-Iglesias.

La canciller alemana, Angela Merkel, ha conseguido algo que muchos dudaban que iba a ocurrir cuando entre los años 2015 y 2016 entraron más de un millón de refugiados en el país: ha sido votada por cuarta vez consecutiva por los electores. Esta circunstancia supone algo no visto en las últimas décadas en las democracias occidentales, lo cual dice mucho de su estatura política. Sin embargo, esta victoria viene con un alto coste: la irrupción del partido de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD por sus siglas en alemán) en el Parlamento.

Este terremoto político estaba anunciado por los sondeos, pero faltaba por determinar la intensidad del mismo. Al final, Alternativa por Alemania se ha llevado el 13% del voto, o sea, casi un centenar de escaños y se ha convertido en la tercera fuerza política. Todo un shock para una nación que desde la Segunda Guerra Mundial siempre se jactó de no tener partidos xenófobos en el Bundestag.

La excepción alemana se ha acabado. Igual que sus vecinos fronterizos (pensemos en Francia, Austria, los Países Bajos y ya no digamos Polonia) el pueblo alemán y sus elites van a tener que enfrentarse al problema del nacionalismo excluyente, antiglobalización, anti - Unión Europea y antiinmigración.

Hasta ahora siempre se decía que la política alemana era aburrida. Angela Merkel se había encargado de ello. Había formado coaliciones de gobierno estables, dos veces con la socialdemocracia del SPD, una vez con los liberales del FDP, y había gobernado el país desde el centro del tablero. El último gobierno de gran coalición tenía el 80% de los escaños. Pero al igual que ha pasado en otras naciones europeas, esa hegemonía ha espoleado los partidos de los extremos y el centro se ha desmoronado; no lo suficiente para derrotar a Merkel, pero sí para cambiar radicalmente el panorama político.

Entre la democracia cristiana de Merkel y la socialdemocracia del expresidente del Parlamento Europeo Martin Schulz han perdido más de cien escaños. La AfD se ha beneficiado del voto protesta. Casi un millón de sus votos vienen de la CDU de Merkel. Esos son los que están descontentos con la política de puertas abiertas con los refugiados de la canciller. Al afianzarse en el centro, Merkel ha descuidado (conscientemente) su flanco derecho.

Muchos de los votos de la AfD vienen además de la Alemania oriental. Esto es irónico. Las regiones que más han votado al partido xenófobo son las que menos inmigrantes tienen. Estamos hablando por lo tanto más de miedo a los cambios que puedan venir que un rechazo al statu quo. La gran mayoría de los alemanes, incluso votantes de la AfD, dicen que tienen un nivel de vida alto.

También es verdad que en Alemania existen una desigualdad y un precariado crecientes. Muchos a los que les va peor han votado a la AfD. La formación de extrema derecha ha movilizado a más de un millón de personas que antes no votaban. La AfD va, por lo tanto, a llevar ruido al Parlamento alemán.

Pero ese no es el único cambio. Los socialdemócratas ya han declarado que se van a la oposición. Estos han sido sus peores resultados de la historia. Participar en la gran coalición con la CDU les ha hecho mucho daño. No les queda otra que reformarse. Es importante que estén en la oposición, también porque si no la AfD se convertiría en el líder de la oposición, con lo que eso conlleva de presencia en el Parlamento y los medios.

Con el SPD descartado, a Merkel solo le queda formar una coalición con los liberales y Los Verdes, en lo que se conoce como una ‘coalición Jamaica’, por los colores de las formaciones (negro, amarillo y verde). El acuerdo no será sencillo. Los liberales y los verdes están en polos opuestos en muchos temas como la integración europea, la eliminación del diésel y la política migratoria, pero si hay alguien que tiene experiencia en formar coaliciones, esa es Merkel. Si no lo consigue, Alemania tendrá que votar otra vez. En definitiva, que a partir de ahora la política germana no será aburrida.

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