Cuando cada minuto 24 personas tienen que dejar su casa, su familia, su trabajo y todo lo que han construido en sus vidas para ponerse a salvo, es que algo falla.

Cuando batimos año tras año récords históricos de desplazamiento por conflicto en el mundo con más de 65 millones de personas, es que algo falla.

Cuando el 86% de las personas refugiadas en el mundo están acogidas en países en vías de desarrollo y el 50% de ellas son niños y niñas, es que algo falla.

Cuando a la Unión Europea, formada por 28 países y más de 500 millones de habitantes, llega 1 millón de personas en 12 meses y los Estados son incapaces de gestionar una respuesta conjunta, equilibrada, ágil y digna para quienes arriesgan su vida huyendo de las bombas y de la persecución, es que algo falla.

Cuando en un año mueren ahogados 5.000 hombres, mujeres y niños en el Mediterráneo por falta de alternativas legales para llegar a países seguros, es que algo falla.

Cuando en 2015 se adquiere un compromiso de redistribuir a 160.000 personas entre todos los países de la UE durante dos años y hasta hoy solo se han reubicado unas 12.000, es que algo falla.

Y cuando en un país como España donde la sociedad y las instituciones regionales y locales llevan meses ofreciendo su apoyo y pidiendo que se refuerce la acogida de refugiados, de 17.500 refugiados comprometidos bajo programas de reubicación y reasentamiento han llegado menos de 1.000 personas, es que algo falla.

Necesitamos una mayor voluntad política.

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