JOSÉ MOISÉS MARTÍN CARRETERO. ECONOMISTA
OPINIÓN

¿Atraer inversiones? no a cualquier precio

José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.
José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
José Moisés Martín Carretero, colaborador de 20minutos.

Necesitamos inversiones: cada vez que una gran compañía multinacional decide establecer su puesto de mando en alguna ciudad en España, los gobernantes muestran su satisfacción y declaran que es la confianza que generan sus instituciones la que ha logrado que una u otra gran empresa se instale dentro de su término municipal. De manera paralela llegan las protestas de los damnificados por la decisión: pequeños comerciantes que ver su modo de vida amenazado por una gran superficie, ambientalistas que reclaman que no se rebajen estándares ambientales para favorecer la localización de una industria, desempleados que asisten decepcionados ante la escasa aportación de nuevos puestos de trabajo, o la escasa calidad de los mismos... España está plagada de historias de grandes operaciones que se viven como un éxito o un fracaso colectivo.

A veces, las condiciones de mantenimiento de las plantas industriales son tales que es difícil mantenerlas en el tiempo. Las administraciones suelen ofrecer incentivos fiscales, infraestructuras y terreno con el objetivo de favorecer la puesta en marcha de una nueva industria, pero en muchas ocasiones, los acuerdos de ayudas e incentivos no son suficientes para mantener la producción, con el consiguiente drama social en términos de destrucción de empleos directos e indirectos.

No hay una fórmula mágica para atraer y mantener inversiones productivas dentro de un municipio o comunidad autónoma. Las decisiones de localización de plantas y sedes de empresas es un proceso complejo en el que intervienen muchos factores, incluyendo no sólo calidad y coste de los factores necesarios para la producción, sino también entorno institucional, capacidad de financiación, tamaño del mercado a cubrir o infraestructuras de transporte. También, particularmente en el caso de determinadas industrias y servicios, la calidad de vida y el atractivo de las ciudades para los directivos forman parte de la ecuación. En términos de economía local, los efectos de la inversión se maximizan cuando la planta o empresa tiene capacidad de dinamizar el tejido económico local, sumando capacidades, y no fagocitando un mercado ocupado por empresas locales con menos capacidad para competir.

En cualquier caso, cabe destacar que no todo vale en la atracción de inversiones exteriores. Las experiencias más exitosas debemos buscarlas en aquellas ciudades y territorios que han sido capaces de establecer ecosistemas dinámicos, donde la calidad del capital humano, las infraestructuras para los negocios y los servicios empresariales y financieros son lo suficientemente atractivos como para seducir a las firmas en su proceso de toma de decisiones. Es mejor buscar una lluvia fina de pequeñas y medianas empresas antes que grandes operaciones en sectores maduros.

Ahora que las grandes ciudades españolas coquetean con la industria financiera de la City Londinense, con el objetivo de atraer a las grandes firmas que operan en la misma, a raíz de la futura salida del Reino Unido de la Unión Europea, es un buen momento para plantearse esta necesidad. Una ciudad tiene que tener clara su identidad y su proyecto para poder convencer a los inversores. Y eso significa también ofrecer un modelo en el que no cabe de todo. Los vaivenes vividos por operaciones malogradas en Madrid, Barcelona o Valencia en torno a inversiones públicas millonarias con escasos resultados reales deberían alertarnos sobre qué modelo de ciudades queremos construir. Si el tejido económico local es fuerte y dinámico, si el capital humano está formado y es competitivo, si las infraestructuras y las instituciones son solventes y dignas de confianza, estaremos en mejor posición para atraer inversiones con mayor impacto en el bienestar colectivo.

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