Por el seny, y con el corazón, una marea humana llenó ayer Barcelona. Con sentido, porque la ruptura por las bravas de un país, de la ley y de la convivencia es un sinsentido. Pero también con sensibilidad, porque una cosa es que las empresas cambien de sede social, con todo el golpe que supone a la imagen de Cataluña y del 'procés'. Y otra es que muchísimos catalanes se vean forzados a cambiar de país, de afectos, de lealtad a sus principios. Ayer fue un antes y un después. Se rompieron el silencio y el miedo de muchos.
OPINIÓN09.10.2017 - 06:36h
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