Vivir en una gran ciudad tiene entre sus ventajas un gran inconveniente: la invisibilidad. En ciudades como Barcelona puedes vivir en un relativo anonimato que te da una sensación de libertad que es impagable, pero es un arma de doble filo cuando condena a los colectivos más vulnerables a pasar desapercibidos.

Para evitar estas situaciones y no dejar desatendidas a personas en situación de riesgo funcionan iniciativas donde la colaboración entre administraciones y ciudadanía son prioritarias. Un ejemplo es la red Radars que funciona en Barcelona desde 2008 y que tiene como objetivo detectar a personas que viven solas, sobre todo mayores, y evitar que entren en una situación de aislamiento y exclusión. Participan farmacias, comercios y vecinos de diferentes barrios y han detectado a 712 personas mayores y solas en riesgo. Ahora la iniciativa da un paso más y quiere que las farmacias de los barrios sean también un punto de encuentro entre estas personas.

Es tan solo un ejemplo de cómo las acciones comunitarias y el comercio local son imprescindibles en las grandes ciudades para tejer redes que las permitan ser un poco más amables para aquellas personas que están en riesgo, pero sin restar la ventaja del anonimato de una gran ciudad.