CÉSAR JAVIER PALACIOS. PERIODISTA EXPERTO EN MEDIO AMBIENTE
OPINIÓN

Menos trastos y más felicidad

César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
JORGE PARÍS
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.

La felicidad es una mochila pequeña donde cabe toda una vida de muchas compras inútiles y escasos momentos maravillosos. ¿Qué te llevarías a una isla desierta? Toneladas de trastos inservibles. Como los que he ido acumulando a lo largo de los años, arrastrando de mudanza en mudanza, sin fuerza moral para desprenderme de nada, ya fueran los primeros artículos periodísticos y los cientos escritos después, recuerdos del pasado, viejas fotografías o hasta billetes de tren a países que ya no existen. O tempora, o mores! (¡Qué tiempos, qué costumbres!) nos habría recriminado el genial Cicerón. O utilizando otra sentencia latina: Sic transit gloria mundi (Así pasa la gloria del mundo). No guardamos, acumulamos. Almacenamos. Para que luego, después de muchos años de apilamiento inútil, acabemos tirando todo el papel a un contenedor azul y el resto de los cachivaches terminen en el punto limpio. O más probablemente, emprendamos el último viaje ligeros de equipaje y sean nuestros hijos y nietos los encargados de desechar sin miramientos nuestras glorias del mundo. Yo ya no.

Este año he comenzado la gran quema del pasado. El auténtico adelgazamiento pos-Navidad, pero de trastos y no de kilos, me traerá la felicidad. Quiero llevar una vida tranquila donde la obsolescencia programada no sea un problema, sino una ventaja. He empezado a comprar todo de segunda mano y a vender mis cachivaches olvidados. Economía colaborativa de la buena. Lo que no usas en dos años no lo usarás nunca. A la regla de las tres erres del consumo responsable (reducir, reutilizar y reciclar) le voy añadir una cuarta: retirar. Tres libros que me han echado los Reyes este año espero me ayuden a conseguir una casa más confortable, con menos bártulos y chirimbolos varios.

El primero, como no podía ser otro, es La magia del orden, de la experta en organización japonesa Marie Kondo. Me gustan sus consejos. Lo primero para ordenar bien una casa es desechar sin duelo y sin que te vea tu familia, pues así te evitarás discusiones inútiles. Fuera el almacén de los recuerdos. Fuera pongos, esos adornos que te llegan como regalo y siempre te acaban provocando la misma duda: ¿dónde lo pongo? Fuera papeles. La regla de oro es desecharlos todos. Y fuera libros. Sí, se acabó la gran biblioteca particular. ¿Quién dijo que el saber no ocupa lugar? Yo tengo ahora mismo cerca de 5.000 volúmenes de todo estilo y condición, la mayoría inventariados y apilados en grandes cajas numeradas durmiendo el sueño de los justos en un almacén. Libros leídos que nunca volveré a leer y libros no leídos para los que ‘algún día’ significa ‘nunca’. Salvo una pequeña selección de joyitas y los inevitables de consulta laboral, pienso donar el resto a una biblioteca pública. Seguramente acabarán en la de Torrelara, un pueblecito burgalés de 33 habitantes donde sus vecinos han puesto en marcha una estupenda instalación que ya acumula más de 13.000 volúmenes. Y a partir de ahora haré como mi amigo Carlos: regalar los libros leídos a otros amigos para que disfruten con ellos. O liberarlos en la calle gracias al proyecto BookCrossing de intercambio gratuito de libros.

El segundo regalo ha sido Hermano de hielo, de Alicia Kopf. Alimenta mi fascinación por los desiertos helados, pero también por esas relaciones tan frías que mantenemos con las personas a quienes queremos. Me encanta la cita del genial músico Glenn Gould, porque mi sueño, como el suyo, es pasar al menos un invierno en el círculo polar ártico, disfrutando de la fría noche sin fin bajo la música silenciosa de las auroras boleares. ¿Haciendo qué? Poca cosa. Apenas saborear la vida a pequeños sorbos. O quizás, si tengo suerte y un bosque cercano, poniendo en práctica los sabios consejos del tercer regalo de estos Reyes. El libro de la madera, del noruego Lars Mytting. Cortaré leña y la apilaré concienzudamente. Así disfrutaré de estar haciendo algo con sentido.

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