Se trataba de aparentar. El soberanismo desafiante tratando de hacer creer que había urnas, papeletas, colegios electorales y electores como en una votación normal. El Estado desafiado reduciendo lo ocurrido a la categoría de "paripé". La realidad es que ni hubo referéndum ni "paripé". Hubo quizá menos gente de la que los convocantes esperaban pero lograron exhibir su fuerza . No faltaron forcejeos, cargas e incidentes de orden publico con heridos y contusionados aunque la refriega pudo ser mucho peor.

La actitud de la inmensa mayoría de los ciudadanos fue pacífica y la paciencia de las Fuerzas de Seguridad del Estado, con alguna excepción como la de Hospitalet, casi franciscana. Presentar el trabajo de guardias civiles y policías como el propio de un Estado represor es una falacia que deshonra a quien la emite. En cambio, el compromiso de los Mossos con la ley dejó que desear. La de ayer, primero de Octubre, en Cataluña fue la gran ceremonia del desencuentro, la de la ruptura de una sociedad. Una liturgia ciclópea para constatar el rotundo fracaso de la política. De lo ocurrido hay responsables en ambos bandos, no sin embargo en el mismo grado. Y nadie gana en esta batalla de las apariencias ante la mirada del mundo. Ayer, 1-O, perdimos todos.