CARLOS G.MIRANDA. ESCRITOR
OPINIÓN

Así es trabajar con 'youtubers'

Carlos G. Miranda, colaborador de 20minutos.
Carlos G. Miranda, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Carlos G. Miranda, colaborador de 20minutos.

Hace unos meses escribí el guion de una webserie que protagonizaron un grupo de youtubers. En realidad, era una publicidad para una marca que quería llegar hasta el público joven. Lo consiguió, los youtubers funcionaron, aunque cuando a mí me dieron sus nombres ni me sonaban. Los que pasamos de los treinta sufrimos una especie de salto generacional ante ese fenómeno que nos hace ver sus vídeos como si tuviéramos cien años. Era incapaz de comprender el secreto de su éxito, aunque después de trabajar con ellos vi la luz.

Descubrí que eran chavales con comportamientos y conversaciones propias de su edad, con la diferencia de que miles de personas viven pendientes de sus redes. Uno de ellos siempre llevaba gafas de sol, sus ojos son un misterio para sus seguidores, así que al quitárselas tenía que estar pendiente de que no hubiera móviles grabando. No es fácil cuando tus amigos también son youtubers que además cuentan su día a día en Snapchat. Ofrecen a sus fans un chorro continuo de contenidos en primera persona en los que se exponen, pero dejan una parte fuera del cuadro porque lo suyo no es un reality. Es… otra cosa.

Cuando me etiquetaron en una foto del rodaje y me llegaron cien follows de golpe (se marcharon enseguida), comprendí cómo se retroalimentan unos a otros: de la visita al canal de uno, le llegan al otro nuevos seguidores. Tendrán sus malos rollos, como en todos los grupos, pero me pareció que se llevaban bastante bien y funcionaban como gremio. Además, cuentan con la capacidad de hacer reaccionar a sus fans. Necesitábamos figurantes para una de las secuencias, lo contaron en sus redes y en nada se solucionó. Todo ese poder, ¿por qué?

Si Youtube fuera un instituto de las pelis americanas, ellos serían el grupo de los populares. La diferencia es que no se comportarían como animadoras y quaterbacks porque estos son tan normales como los de la serie The Inbetweeners. Youtube ha dado voz a ese grupo que antes pasaba desapercibido y esa es la clave de que generen identificación en chavales igual de normales. Les admiran porque desde su posición han conseguido que les pasen cosas extraordinarias, aunque también hay quienes les critica porque la llegada de la fama ha corrompido su normalidad y ahora monetizan lo que comparten en redes.

Es cierto que algunos canales se parecen a la Teletienda, pero la mayoría no dejan de ofrecer contenidos en los que no hay dinero de por medio e intentan que si lo hay no moleste. Simplemente, se han ido haciendo mayores y han hecho una profesión de lo que les gusta, algo que a nadie le parece mal cuando esa pasión no es internet.

La pregunta que me venía a la cabeza mientras descubría todo lo que había montado alrededor de los youtubers era cuánto les iba a durar. Lo lógico es que el paso del tiempo haga que unos se queden en el camino (hay quien dice que la caída puede ser tan fuerte que se conviertan en el nuevo Club de los 27). Los que conocí parecían tener un plan B en forma de estudios o empresas. Ahora tiene sentido ver un vídeo suyo cada semana, que están llenos de ideas, pero igual no mantiene las cifras de reproducciones cuando sus vidas se vuelvan monótonas como las de los adultos. O igual sí. Hacerse mayor es darse cuenta de que la vida corriente también es extraordinaria y quizás merezca la pena contarla en vídeo.

Otra cosa es que se fastidie antes porque los que manejan los hilos han visto la gallina de los huevos de oro y tientan a los youtubers con expandir sus posibilidades: libros, actuación, festivales que acaban con las gradas vacías, programas de televisión… Salvo contadas excepciones, no le hacen verdadera sombra a los auténticos profesionales de esas otras ventanas. Si es que los contenidos están ligados a sus contenedores, por mucho que se empeñen los que están mayores para entenderlo en enviarles a los que ellos conocen. Cada generación navega sus aguas, en las que los de las anteriores no tenemos muy claro cómo no se hunden. Eso es justo lo que hace que el mundo avance.

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