ANDRÉS ABERASTURI. PERIODISTA
OPINIÓN

Carta a los que nos alertan

Andrés Aberasturi, colaborador de 20minutos.
Andrés Aberasturi, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Andrés Aberasturi, colaborador de 20minutos.

Ante todo, gracias por avisarnos de las cosas porque eso debe ser parte de un moderno estado del bienestar, pero no sé yo si pecamos un pelín de previsores. Raro es el día en el que no amanecemos con alguna alerta amarilla, naranja, roja, nivel 1, nivel 2, nivel 3. Nos alertan del calor, del frío, del viento, de la lluvia, de las tormentas, del peligro de atentados, del nivel de contaminación, de los embotellamientos, de que hay un coche parado en el arcén, de que hay camiones echando sal, de que puede atravesar la carretera de mi pueblo un ciervo en cualquier momento; incluso nos alertan de imposibles como que a las dos serán las tres o que a las tres serán las dos.

Insisto, señoras y señores encargados de las alertas: gracias porque más vale prevenir que curar, pero esto es un sinvivir. Lo de la ola de frío polar es verdad, claro, como casi todo –menos lo del ciervo de mi pueblo–, pero entre lo que les gusta a los medios magnificar las cosas y la continua actividad de su departamento de alertas, ya no dan ganas ni de levantarse de la cama.

En los tiempos aquellos en los que las malas lenguas decían que a don Mariano Medina solo le maquillaban en TVE la mano que sostenía el puntero sobre la pizarra en la que se había pintado un mapa meteorológico, no había alertas de nada y a los niños se nos caía el moquillo por enero y comprábamos polos de agua en agosto. No echo en absoluto de menos aquellos años en blanco y negro en los que solo desentonaban los rojos sabañones. Pero lo que no termino de tener tan claro es si con tanta alerta a diario –sin duda necesaria– sobre tantas cosas no nos vamos a acostumbrar a vivir en un permanente estado de peligro, lo cual no resulta nada tranquilizador, o bien vamos a terminar pasando de tanta alerta hasta que nos pille el toro del frío polar, la hora de calor e incluso el mítico ciervo –que nunca existió– atravesando la carretera de mi pueblo.

Yo les escribo esta carta a ustedes con la esperanza de que rebajen –si fuera posible– el anuncio de los riesgos que tiene ya de por sí esta difícil tarea de vivir, pero entiendo que cumplen con su obligación y que muchas veces somos nosotros, en los medios, los que magnificamos la cosa. Pero ya que no hay más remedio que estar siempre alerta con los gobiernos, los bancos, las eléctricas, etc., no estaría mal que pudiéramos al menos no vivir en alerta, ni aunque fuera amarilla. Y si pasa el ciervo por la carretera de mi pueblo, pues le cedo el paso y ya está. Y si hace frío, me abrigo y si…

Con respeto y agradecimiento, Andrés Aberasturi

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