Hernández es, en el mundo de la música, Russian Red. En el cine es la autora de Loving Strangers, candidata al Goya a la mejor canción original.

¿Cómo se enteró de esta candidatura al Goya?

El productor de la película me envió un correo electrónico, y cuando lo leí no sabía ni de qué estaba hablando...

¿Cómo llegó Loving Strangers hasta Habitación en Roma?

Julio Medem la escuchó e insistió en que tenía que sonar: además, compuse otras dos canciones para la película.

¿Cuesta componer para el cine?

No, porque en cada historia, aunque no sea tuya, hay siempre algo con lo que puedes identificarte. Hay que encontrar ese punto, extraer de tus propias experiencias y hacerlo todo compatible.

¿Qué le pidió Medem?

Sobre todo, me transmitió su pasión por la historia y la película. Me llegó tan bien que, esa misma noche, ya estaba en casa componiendo otro tema que también aparece.

¿Qué siente al escuchar sus canciones en el filme?

Es muy fuerte: es un trabajo de otra persona, porque tú sólo has aportado un poco de música, pero ves cómo ambos caminos se cruzan y están plenos de sentido... Te sobrecoge.

Y luego la nominación al Goya...

Sí, es como una propina. Al principio me sonó raro, pero cada vez me hace más ilusión.

¿Lo ganará?

No creo, pero solo ir esa noche al Teatro Real con un vestido bonito ya me gusta. ¡Es algo frívolo, pero también la única oportunidad de hacerlo!

¿Ve muy distintos los mundos del cine y la música?

Sí, hay un abismo. El cine mueve más dinero, convoca más medios y tiene una mayor exposición mediática, mientras que el mundo de la música es más desenfadado.

Los une, eso sí, polémicas como la de la Ley Sinde...

No estoy en contra de la descarga de música: ahora la compro legalmente, pero de adolescente la bajaba sin pagar. Ese acceso gratuito tiene algo muy bueno porque ayuda a formar y compartir cultura, pero es cierto que al cine le está afectando mucho. En todo caso, la solución es adaptarse, no prohibir.

Y usted, mientras, a seguir viviendo de esto...

Sí, pero me gusta tomármelo como una anécdota. Es un preámbulo: creo que mi vida empezará de verdad cuando tenga una familia.