Mañana se inaugura el recuperado Nevero de San Juan de Duero, una actuación llevada a cabo por el Ayuntamiento de Soria a través del Plan de Dinamización del Producto Turístico , que se enmarca dentro de la iniciativa denominada 'Senderos en torno al río Duero', según informaron a Europa Press fuentes municipales.

Este nevero añade un recurso turístico a esta zona de la ciudad con el acondicionamiento del entorno del pozo, la limpieza de su interior y la colocación de una barandilla y un atril interpretativo.

El nevero de San Juan de Duero está localizado en la falda del llamado monte de las Ánimas, junto a la carretera provincial a Almajano, frente al claustro de San Juan de Duero. Tiene planta cuadrada y fábrica de sillarejo con unos 4 metros de profundidad.

Antiguamente este nevero estuvo cubierto con una sencilla construcción de mampostería con tejado a un agua y su propietario, Emilio Ruiz, vecino de Soria, ha permitido estas actuaciones del Plan de Dinamización con el fin de dotar a esta zona de la ciudad de un recurso turístico más.

En concreto, los trabajos realizados por el Plan para la puesta en valor del nevero han consistido en el somero acondicionamiento del camino de acceso hasta la boca de la estructura, el desbroce del interior del pozo y el desescombro hasta un cierto nivel, la colocación de una barandilla de seguridad en torno al brocal, la instalación de un atril interpretativo y de una señal direccional de acceso y el seguimiento arqueológico profesional de todas las acciones realizadas.

Usos desde la antigüedad.

Los neveros eran construcciones usadas desde la antigüedad para una función muy simple: conservar nieve todo el año de manera natural para usos diversos ya que la venta de nieve no se interrumpía en ningún mes del año, debido a su uso en medicina y al precio relativamente moderado por la abundancia de puntos de abastecimiento cercanos, pero naturalmente el consumo se intensificaba en verano, por la popularidad de las bebidas heladas y su empleo en la conservación de alimentos.

En la segunda mitad del siglo XIX el uso de la nieve o del hielo natural empezó a desaparecer por la generalización del frío artificial.

Para la instalación de estas construcciones, se elegía una zona lejos del tránsito o de actividades contaminantes donde el elemento blanco fuera lo más puro posible. En zonas de umbría y con desnivel en el terreno, excavaban un pozo, normalmente circular, que apuntalaban con piedras.

En su parte baja dejaban un pequeño sobradero para evacuar el agua procedente del deshielo. Cuando caía una nevada, había un equipo de profesionales que se encargaba de recoger la nieve y de introducirla en estos almacenes. La prensaban fuertemente hasta convertirla en hielo y cada cierto tiempo ponían una capa de paja que servía de aislante y una vez rebosaba el pozo, se sellaba para que no hubiera corrientes de aire.