Voces que se alzan en viñetas

  • El cómic se posiciona como vehículo de denuncia social y política.
  • El último 'grito' lleva por título 'La herencia del coronel', y es una descarnada visión de las secuelas de la dictadura argentina.
Elvio Guastavino en 'La herencia del coronel'.
Elvio Guastavino en 'La herencia del coronel'.
Elvio Guastavino en 'La herencia del coronel'.

Elvio Guastavino es un tipo bajito, rácano, miope y gris, y está enamorado de una muñequita, Luisita. Este arranque aparentemente ingenuo no tardará en tornarse en un durísimo testimonio de las secuelas de la dictadura argentina a través de la mente del hijo de un torturador. Se trata de La herencia del coronel (editorial Dibbuk), una novela gráfica recién publicada en nuestro país y el último esfuerzo de denuncia a través del cómic, ésta vez de la mano de los argentinos Lucas Varela y Carlos Trillo (más conocido por la historieta Clara... de noche de El Jueves).

Elvio Guastavino no lleva capa; no es ningún superhéroe, pero detrás de su historia hay unos creadores audaces que en ocasiones se juegan la vida en su empeño por desvelar una realidad en viñetas. Varela y Trillo tienen un estremecedor precedente en un compatriota, el guionista Héctor Germán Oesterheld, creador de El eternauta (Norma): después de aliarse con sus hijas contra el régimen de Argentina de 1976 'desapareció'. Sus cuatro hijas fueron ejecutadas y el rastro de sus yernos y nietos también se perdió para siempre.

Cuentos ¿para niños?

A medio camino entre la estética underground y la crónica periodística, las viñetas ganan terreno cada día como medio de denuncia política y social.

"Algunos de estos cómics deberían estar en todas las escuelas para que no se vuelvan a cometer los errores del pasado -aventura Ricardo Esteban, editor de Dibbuk-. Suscitan la curiosidad e invitan a querer conocer más sobre estos temas". Según explica, estos cómics no tratan tanto de mostrar hechos históricos (como hizo en el pasado Hazañas bélicas, del barcelonés Boixcar) como de reflexionar sobre los efectos de los conflictos a través del día a día de aquellos que los sufren, frecuentemente, los propios autores.

Y sus esfuerzos han sido compensados. Maus. Relato de un superviviente (Mondadori), de Art Spiegelman, es el único cómic que ha ganado el premio Pulitzer (1992). Basándose en la vida real de su padre, Spiegelman recreó sus vivencias durante la Segunda Guerra Mundial. Por su parte, Marjane Satrapi volcó sus propias experiencias bajo el régimen islamista de Irán en Persépolis (Norma), y su denuncia no sólo recibió numerosos premios internacionales sino que su adaptación al cine se llevó el Premio del Jurado del Festival de Cannes (2007). El israelí Ari Folman invirtió el proceso con Vals con Bashir: tras ganar el Globo de Oro y ser nominado al Oscar convirtió su película con estética de cómic en una novela gráfica.

También ha sido premiado el trabajo del estadounidense de origen maltés Joe Sacco. "El cómic tiene una fuerza que no tiene ninguna otra forma de reportaje", afirma. Con esta filosofía visita zonas en conflicto, hace entrevistas y fotos, vive como uno más de sus personajes. Ya en casa, dibuja. Así han surgido obras como Palestina: en la franja de Gaza, El mediador y Gorazde: Zona Protegida (Planeta DeAgostini).

Pocas dictaduras han escapado de los lápices. Así, han recibido duras críticas la norcoreana en Pyongyang (Astiberri), de Guy Delisle; la checoslovaca en Jonas Fink (Norma), de Vittorio Giardino, e incluso la española, con Paracuellos (Glenat), de Carlos Giménez.

En opinión de La Cúpula, editorial especializada en esta temática (Templanza. El poder del miedo; Lulú, mujer desnuda), la mayoría de estas obras quedan lejos de los intereses de los adolescentes, "muy absorbidos por el manga". Pero algunas sí pueden ser muy educativas, teniendo en cuenta que se trata de una generación "con una educación muy audiovisual". "Habrá que ver si cuando crezcan dan el salto a una temática adulta", confía.

Una ventana a la realidad

El cómic comprometido también se acerca íntimamente a realidades cercanas: maltratos y abusos (La muñequita de papá, de Debbie Drechsler; Por qué he matado a Pierre, de Olivier Ka); alzhéimer (Arrugas -Premio Nacional de Cómic-, de Paco Roca); autismo (María y yo , de Miguel Gallardo); anorexia (Mi grasa y yo, de Gally); cáncer (Alicia en un mundo real, de Isabel Franc); adolescencia (Skim, de Mariko Tamaki; ¿Quién ama a las fresas?, de Clara-Tanit, y Life, de Keiko Suenobo), sida (Píldoras azules, de Frederik Peeters)...

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