"Si te fijas, hay más mujeres esperando. Todas mayores que tú. No eres la única a la que le ha pasado". Con estas palabras, Luisa, la trabajadora social de una clínica de Madrid donde se practican interrupciones voluntarias de embarazo, llama la atención de Sofía.

Con la mirada clavada en el suelo, esta joven de 16 años explica tímidamente que su novio, un amigo del barrio, se ha desentendido. No quiere saber nada, cuenta mientras repite: "Me aterra el quirófano, pero no quiero tenerlo. No quiero". Lo hizo el jueves. Este lunes entra en vigor la polémica reforma de la Ley del Aborto.

En la misma clínica que Sofía, tres parejas y dos chicas esperan su turno. Todas han decidido que no quieren ser madres y tienen cita para ser intervenidas. "Sé que puede ser injusto, pero estoy en paro y no es el momento. Quiero que todo pase rápido", cuenta una de ellas. A su lado, la pareja de otra explica que son muy jóvenes y que no se ven con un crío en estos momentos. "Ya tengo dos y creo que es suficiente", explicó a 20 minutos la última de las mujeres que se animó a contar sus motivos.

Cuatro largas horas

Son las 10.00 horas y los quirófanos ya están preparados. Antes, las mujeres se han hecho una ecografía y una analítica, y se les ha informado de cómo va a ser la intervención o, en el caso de optar por el aborto farmacológico (RU 486), se les han comunicado los efectos secundarios que pueden sufrir (nauseas, vómitos, temblores...).

La mayoría opta por la intervención porque con las pastillas el aborto no se produce en la clínica y es más difícil de ocultar si no quieren que se entere su familia, como ocurre con la mayoría, explica el personal. "Es una intervención sencilla. Depende del tiempo de gestación, pero normalmente dura unos 15 o 20 minutos", cuenta uno de los cirujanos de la clínica.

Después, las pacientes pasan a planta. Allí despiertan de la anestesia si han optado por ser intervenidas totalmente dormidas. "Todo el proceso dura unas cuatro horas. Después toca superarlo. Llevo toda mi vida en este trabajo y no he conocido a ninguna mujer que haya hecho esto con gusto", asegura Luisa.