El Camino que cambia a las personas

  • Varios peregrinos cuentan a 20minutos.es su experiencia en el Camino de Santiago: hermanamiento, solidaridad y reflexión.
  • Cada persona tiene una motivación para hacer la ruta, ya sea una promesa, un homenaje, creencias religiosas o un reto personal.
  • FOTOGALERÍA: El Camino visto por los peregrinos.
Peregrinos recorriendo el Camino de Santiago.
Peregrinos recorriendo el Camino de Santiago.
IOSA MORENO
Peregrinos recorriendo el Camino de Santiago.

Una promesa. Un homenaje. Superación personal. Ganas de vivir una experiencia nueva. Creencias religiosas. Reflexión... Son sólo algunas de las razones que llevan a muchas personas a ponerse en pie y caminar cientos de kilómetros con la mochila a cuestas ya nieve, llueva o el asfalto se derrita por el calor, para culminar el Camino de Santiago. Una ruta que este año aún tiene más caminantes que de costumbre, ya que 2010 es Año Xacobeo (cuando el 25 de julio, día de Santiago, cae en domingo).

Pero, ¿qué tendrá el Camino para que lo haga tanta gente, que además en muchos casos repite? Allí coinciden personas de distintas ideologías, religiones y manera de ver la vida. Y se apoyan entre ellos, se ayudan y se escuchan. El Camino parece impregnado de un nosequé misterioso, o al menos así lo señalan los peregrinos, que hace que los que lo transitan vuelvan cambiados de alguna manera. Y es que hermanamiento, solidaridad y reflexión son quizás las palabras que los peregrinos más repiten cuando recuerdan la experiencia.

Entre ellos se cuentan José y Teresa, una pareja vecina de Mataró (Barcelona) que este año ha probado por primera vez la experiencia. "Somos católicos pero no practicantes", explica a 20minutos.es José, quien afrontó la vivencia "como un reto personal". Para probar, recorrieron en abril el trayecto entre Ponferrada (León) y Santiago de Compostela (A Coruña), separadas por unos 245 kilómetros, en ocho etapas. "Lo hicimos como hay que hacerlo: en albergues y con mochila", apunta el peregrino, para quien pernoctar en hoteles "no es auténtico".

Este vecino de Mataró reconoce que el Camino es duro, "tienes mucho tiempo para pensar y mientras lo recorres te das cuenta de muchas cosas". Su mejor recuerdo, la convivencia. "Sin conocer a nadie conoces a todo el mundo y al final los peregrinos con los que coincides son como una familia", señala. Se sorprende de que no les salieran ampollas y de no haber sufrido esguinces. Pero también considera llamativo "ver que eres capaz de hacer todos esos kilómetros". Así, ambos han decidido hacer el Camino francés (hay varias rutas distintas para hacer el Camino) entero, aunque repartido por tramos.

Madrugar para caminar

Esto mismo les ocurrió a Manuel y Lola, una pareja residente en Madrid, quienes hace cinco años decidieron hacer una parte del Camino y desde entonces todos los años realizan una serie de etapas. El primer año comenzaron en Piedrafita (Lugo). Llegaron hasta Santiago y les gustó tanto que al año siguiente comenzaron en Saint Jean Pied de Port (Francia), donde arranca el Camino francés, para terminar este año de nuevo en Santiago. No todas las jornadas caminan las mismas horas; pueden andar desde 15 hasta 40 kilómetros, según el día.

Lola cuenta que un día en el Camino comienza para ellos a las 6.30 de la mañana. En media hora recogen y se ponen en marcha, para andar unas dos o tres horas. Ahí llega el primer descanso para desayunar y reponer fuerzas y, de nuevo, siguen la ruta. Otras dos o tres horas después vuelven a descansar y, tras este parón, el último esfuerzo, para llegar al albergue en torno a las 14.30 o 15.00 horas y coger cama. Las tardes las aprovechan para descansar y visitar la zona. Después, cena frugal y a dormir pronto.

Lo más duro son "los primeros días, hasta que te haces al ritmo", detalla. El Camino le ha hecho darse cuenta de que "en una sociedad con tanto estrés, ya sea por el trabajo, el ritmo de vida, las responsabilidades, etc, casi no tenemos tiempo para relacionarnos con la gente que nos rodea. Pero allí te das cuenta de que hay mucha gente solidaria, con ganas de conversar y de ayudar". Además, resalta que en el Camino "vives el presente, cuando lo habitual en la vida cotidiana es que pienses más en el futuro o recuerdes el pasado".

Por su parte, Manuel, de 55 años, afirma que "el Camino te hace recapacitar. Somos humanos, no piedras ni números". "La convivencia minuto a minuto es lo más importante", destaca el peregrino, quien no cree que te conviertas en mejor persona cuando lo haces, pero sí te vuelves "más abnegado en determinadas cosas". Y también, como veterano peregrino, aconseja "ir ligero de peso, no desistir y no tomárselo como una competición". Eso sí, el peregrino avisa: "El Camino, una vez que lo pruebas, engancha".

Conocerse a uno mismo

Iosa y Arantxa viven en Hernani (Guipúzcoa) y desde 2007 todos los años recorren parte de la ruta. El primer año, Iosa recuerda que lo pasó mal por las "siete ampollas que me salieron. Ahí entendí que lo llamen 'El Camino de las Estrellas'". Para este peregrino de 42 años, una vez que has hecho el Camino "ya no eres el mismo. Ves tus miserias, tus límites, alegrías... Y es una escuela alucinante".

Habla maravillas de todo lo experimentado. Tanto a nivel físico como emocional. No obstante, apunta que en torno a la ruta se ha hecho "un negocio impresionante". Por una parte, muchos pueblos pequeños se han revitalizado gracias a los peregrinos, pero, por otra, "se ha encarecido todo". Y eso que todos estos peregrinos son de mochila y albergue, cuyo precio es de 5 euros la noche si depende de la Xunta y de entre 6 y 10 si es privado.

Todos los peregrinos coinciden en recomendar la experiencia, aunque sólo sean unas etapas, porque lo que vives allí, te cambia. Buen Camino, como dirían los peregrinos al cruzarse por la ruta.

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