En uno de los barrios con más encanto de Sevilla se abre la plaza del Bar Avelino. Un ombligo plácido, lejos de la ciudad del siglo xxi, donde se puede tapear con tiempos más lentos, tomar una copa sin las prisas de todos los días en un entorno privilegiado. Aunque estamos en pleno otoño, en Heliópolis aún huele a primavera. Jacarandas, acacias, naranjos, árboles y arbustos diversos inundan los jardines de las señoriales casas y saltan a la calle, ofreciendo al que pasea un itinerario difícil de olvidar.
Desde la terraza del Bar Avelino podemos disfrutar de toda esta vegetación y sobre todo de un sol estupendo al mediodía.
A pesar de ser un bar histórico y conocido por todos, el ambiente aquí es bastante tranquilo. Quien lo visite puede ir con niños sin problema, ya que hay una plaza grande, sin tráfico y un jardín con juegos. Además, la pesadilla del aparcamiento aquí no existe. Avelino fue el primer dueño del bar y ahora es de una de sus hijas. Los propietarios han mantenido un local precioso, de paredes de cristal, que deja atravesar la luz del mediodía invernal, creándose un ambiente cálido, hasta bien entrada la tarde.
Éste es uno de los pocos bares donde se conjugan bien las copas y las tapas. La más famosa: la pechuga bechamel. También tienen camembert frito, croquetas de queso de cabrales, secreto, flamenquín, carrillá ibérica y paella y fideuá de pollo los domingos.
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