Fueron 55 militares españoles cadavéricos, campesinos de un imperio profundo ya inexistente, de los que sobrevivieron tan sólo 33 en uno de los sitios más largos de la historia.
Su gesta fue empeñarse, internados en una maraña de fiebres, dolor y sombras, en mantener el último bastión colonial español (una iglesia y poco más), entre 1898 y 1899, contra la autodeterminación tagala. Defendieron durante once meses los últimos molinos de vientos en el corazón de la selva, atrincherados en el templo de la aldea llamada Baler. Tal fue su valor (o tozudez) que el mismo presidente de la nueva República de Filipinas, Emilio Aguinaldo, en 1899 –una vez que ya se habían entregado y por fin creído a los emisarios que les decían que Manila había caído– los llamó «amigos».
Ahora, el ministro de Defensa, José Bono, más de un siglo después, les rendirá un homenaje en Baler este domingo dentro la gira oficial que inicia hoy a Filipinas e Indonesia. Destapará una placa conmemorativa que, para los descendientes, llega tarde.
Así sucedió
27 de junio 1898: Los 55 soldados de Baler se atrincheran en la iglesia al ver que la población huye ante el ataque tagalo.
337 días: Permanecen allí durante once meses. Tienen víveres y armas. Muchos mueren de fiebre y dos son ejecutados.
30 de junio 1899: El líder filipino les perdona la vida por un decreto.
Comentarios
Hemos bloqueado los comentarios de este contenido. Sólo se mostrarán los mensajes moderados hasta ahora, pero no se podrán redactar nuevos comentarios.
Consulta los casos en los que 20minutos.es restringirá la posibilidad de dejar comentarios