Entre gigantes rascacielos, sobre el ruido del tráfico, pese al humo de las fábricas, cada vez son más los habitantes de grandes ciudades que cultivan tomates, berenjenas, pepinos y lechugas en sus terrazas y balcones, convertidos en auténticos huertos de altura. "Es como si la naturaleza intentará reconquistar la ciudad", imagina Josep Maria Vallès, ingeniero agrónomo y autor del libro El huerto urbano (El Serbal), que calcula que en mega urbes como Barcelona más de un millar de personas practican ya este tipo de agricultura metropolitana.
El pionero, el más veterano, el abuelo de los huertos urbanos en Barcelona, es Joan Carulla. Este octogenario, que afirma tener el huerto más grande de Europa, presume de que este año ha plantado "200 hileras de patatas. Patatas para toda la familia". Tres terrazas que suman 260 metros cuadrados y soportan 70 toneladas de tierra es la ingente obra de este jubilado que, además, tiene almacenados 15.000 litros de agua de lluvia. "Yo era agricultor en Lleida, como lo fueron mis padres y mis abuelos, pero tenía poca tierra y me vine a Barcelona", recuerda.
Hace 27 años que el señor Joan, como lo llaman sus conocidos, creó el huerto donde hoy crecen plantas ornamentales, más de 40 árboles y tomates, pimientos, berenjenas, apios, habas, ajos... Lo abona todo con compost, que elabora él mismo. "Mezclo los restos de la comida, la basura orgánica del supermercado de abajo, papel, cartón y lo que no sea vidrio o plástico. Todo es alimento para mis plantas", explica Carulla, que vive en un edificio de la calle Navas de Tolosa, donde los días de lluvia pequeñas lombrices vuelan sobre los patios de los sorprendidos vecinos.
El inicio de la primavera es el mejor momento del año para cultivar. En superficies grandes se pueden plantar pimientos, pepinos, tomates o berenjenas. Y en las pequeñas, lechugas de verano, rábanos, rúcula o mastuerzo, una planta herbácea comestible que tiene usos en medicina tradicional.
La cualidad más importante del recipiente que elijamos es el tamaño. Grande, ande o no ande. Cuanto mayor sea y más litros de tierra contenga, mejores resultados obtendremos. El material del que esté fabricado no importa tanto. Mientras el plástico es barato, pero se calienta pronto; el barro es más caro y pesado, pero resulta mucho más fresco.
"Si queremos que una semilla se convierta en una col de kilo y medio, necesitamos una buena tierra. Usar un buen sustrato vegetal y un abono ecológico es fundamental", afirma Vallès. Dado que hay tierras vegetales de jardinería de muy poca calidad, debe elegirse una buena marca. Respecto a los abonos ecológicos, el mejor es el humus de lombriz, seguido del estiércol y el compost. Hay quien fabrica éste último en casa, aunque es bastante complicado. Mucho más sencillo es hacer un insecticida casero. Tan fácil como preparar una infusión de ajo y pulverizarla sobre las hojas.
Las ventajas, en cambio, son numerosas. En principio, es algo que ha hecho uno mismo y le da más valor. Además, esa hortaliza que se cultiva en casa pasa directamente del huerto al plato, por lo tanto tiene mayor aporte de vitaminas y mejor sabor. "Al no haber sido refrigerada ni tratada con productos químicos, el sabor cambia. Las acelgas de frutería suelen tener un punto amargo, en cambio las de un huerto urbano son dulces", explica este ingeniero agrónomo. Consumir verduras cultivadas en una ciudad contaminada no es perjudicial para la salud, ya que aunque las partículas sólidas en suspensión se depositan sobre las hojas, esto se soluciona lavándolas.
La influencia del cultivo urbano sobre la polución ambiental es mínima. "La capacidad de fijación de carbono es poca. Los árboles trabajan más y mejor contra la contaminación. Si todos tuviésemos huertos en los balcones, sí que se notaría, pero sería, sobre todo, un cambio social", reflexiona Vallès. "Hombre, el efecto positivo de los huertos sobre el medio ambiente es evidente. Incorporan anhídrido carbónico y desprenden oxígeno. Pero aún estamos a la cola de Europa. Francia y Alemania cultivan mucho más sus balcones", reconoce Gregorio Álvaro, responsable de Agroecología de Ecologistes en Acció de Catalunya.
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