Balcones comestibles o huertos de altura: el arte de cultivar hortalizas en la terraza

  • Más de mil personas practican esta agricultura urbana en Barcelona.
  • La motivación no es económica, sino educativa o terapéutica.
  • Joan Carulla labra 70 toneladas de tierra en 260 m2 de terraza.

Entre gigantes rascacielos, sobre el ruido del tráfico, pese al humo de las fábricas, cada vez son más los habitantes de grandes ciudades que cultivan tomates, berenjenas, pepinos y lechugas en sus terrazas y balcones, convertidos en auténticos huertos de altura. "Es como si la naturaleza intentará reconquistar la ciudad", imagina Josep Maria Vallès, ingeniero agrónomo y autor del libro El huerto urbano (El Serbal), que calcula que en mega urbes como Barcelona más de un millar de personas practican ya este tipo de agricultura metropolitana.

El ingeniero agrónomo Josep Maria Vallès ha escrito el libro <i>El huerto urbano.</i>Gente joven, solteros, parejas con niños y muchos ancianos. Los nuevos labradores no tienen una motivación económica -ya que plantar hortalizas en casa no supone un ahorro- sino educativa o terapéutica. "Sin embargo, la crisis puede potenciar esta agricultura, en el sentido de que la gente tiene más tiempo libre. Además, cultivar nos permite relajarnos y aprender lo que nuestra generación ha olvidado", asegura Vallès, que instaló su huerto hace 12 años sobre una terraza de Santa Coloma de Farners (Girona).

El pionero, el más veterano, el abuelo de los huertos urbanos en Barcelona, es Joan Carulla. Este octogenario, que afirma tener el huerto más grande de Europa, presume de que este año ha plantado "200 hileras de patatas. Patatas para toda la familia". Tres terrazas que suman 260 metros cuadrados y soportan 70 toneladas de tierra es la ingente obra de este jubilado que, además, tiene almacenados 15.000 litros de agua de lluvia. "Yo era agricultor en Lleida, como lo fueron mis padres y mis abuelos, pero tenía poca tierra y me vine a Barcelona", recuerda.

Joan Carulla cuida de su huerto en una terraza de Barcelona.

Hace 27 años que el señor Joan, como lo llaman sus conocidos, creó el huerto donde hoy crecen plantas ornamentales, más de 40 árboles y tomates, pimientos, berenjenas, apios, habas, ajos... Lo abona todo con compost, que elabora él mismo. "Mezclo los restos de la comida, la basura orgánica del supermercado de abajo, papel, cartón y lo que no sea vidrio o plástico. Todo es alimento para mis plantas", explica Carulla, que vive en un edificio de la calle Navas de Tolosa, donde los días de lluvia pequeñas lombrices vuelan sobre los patios de los sorprendidos vecinos.

La terraza de Joan Carulla en Barcelona."Joan cultivaba en su terraza mucho antes de que la administración promoviese los huertos. Él plantó la semilla. Es el auténtico abuelo de los huertos urbanos. El fenómeno se extendió por la ciudad a partir de 1995. Ese año empezamos a publicitar el huerto de Joan, a repartir folletos,  a dar charlas y a hacer demostraciones. Queríamos acercar la naturaleza a la ciudad", explica Pep Puig, que fue concejal de Ciudad Sostenible en Barcelona hasta 1999.

El inicio de la primavera es el mejor momento del año para cultivar. En superficies grandes se pueden plantar pimientos, pepinos, tomates o berenjenas. Y en las pequeñas, lechugas de verano, rábanos, rúcula o mastuerzo, una planta herbácea comestible que tiene usos en medicina tradicional.

Huertos urbanos en Barcelona.Tener una terraza o un balcón es imprescindible, pero no suficiente. El primer requisito es disfrutar de, al menos, cinco horas diarias de sol directo en verano, algo imposible en muchas fachadas que dan al norte y se quedan a la sombra del edificio de enfrente. La segunda condición es tener acceso a agua de riego. La del grifo suele ser suficiente, pero como tiene cloro, cal y sal si se usa durante varios meses acaba estropeando la tierra por lo que es mejor usar agua de lluvia. El tercer paso es hacerse con el recipiente adecuado al espacio del que disponemos, desde unas jardineras pequeñas para un balcón hasta unas mesas de cultivo para una terraza.

La cualidad más importante del recipiente que elijamos es el tamaño. Grande, ande o no ande. Cuanto mayor sea y más litros de tierra contenga, mejores resultados obtendremos. El material del que esté fabricado no importa tanto. Mientras el plástico es barato, pero se calienta pronto; el barro es más caro y pesado, pero resulta mucho más fresco.

Mesa de cultivo y huerto urbano Leopoldo.Uno de los sistemas más usados son las mesas de cultivo, un método que tiene más de un siglo y permite cultivar sin agacharse. Las fabricadas en hierro galvanizado, de 140 por 70 cm, contienen unos 180 litros de sustrato y cuestan 195 euros. Más económico, pero de menor tamaño es el huerto urbano hecho en rafia y aluminio. Su precio oscila entre los 40 euros (siete litros) y los 160 (80-100 litros). Aunque también podemos usar recipientes construidos por nosotros mismos con materiales reciclados, siempre que permitan un buen drenaje.

"Si queremos que una semilla se convierta en una col de kilo y medio, necesitamos una buena tierra. Usar un buen sustrato vegetal y un abono ecológico es fundamental", afirma Vallès. Dado que hay tierras vegetales de jardinería de muy poca calidad, debe elegirse una buena marca. Respecto a los abonos ecológicos, el mejor es el humus de lombriz, seguido del estiércol y el compost. Hay quien fabrica éste último en casa, aunque es bastante complicado. Mucho más sencillo es hacer un insecticida casero. Tan fácil como preparar una infusión de ajo y pulverizarla sobre las hojas.

El huerto urbano de Josep Maria Vallès en Santa Coloma de Farners (Girona).De hecho, una de las desventajas de los huertos urbanos es que atraen insectos. "Estamos acostumbrados a una asepsia exagerada. Los insectos no son molestos, pero hay gente muy quisquillosa y ésa es la que no debe cultivar en su balcón", se queja Vallès.

Las ventajas, en cambio, son numerosas. En principio, es algo que ha hecho uno mismo y le da más valor. Además, esa hortaliza que se cultiva en casa pasa directamente del huerto al plato, por lo tanto tiene mayor aporte de vitaminas y mejor sabor. "Al no haber sido refrigerada ni tratada con productos químicos, el sabor cambia. Las acelgas de frutería suelen tener un punto amargo, en cambio las de un huerto urbano son dulces", explica este ingeniero agrónomo. Consumir verduras cultivadas en una ciudad contaminada no es perjudicial para la salud, ya que aunque las partículas sólidas en suspensión se depositan sobre las hojas, esto se soluciona lavándolas.

La influencia del cultivo urbano sobre la polución ambiental es mínima. "La capacidad de fijación de carbono es poca. Los árboles trabajan más y mejor contra la contaminación. Si todos tuviésemos huertos en los balcones, sí que se notaría, pero sería, sobre todo, un cambio social", reflexiona Vallès. "Hombre, el efecto positivo de los huertos sobre el medio ambiente es evidente. Incorporan anhídrido carbónico y desprenden oxígeno. Pero aún estamos a la cola de Europa. Francia y Alemania cultivan mucho más sus balcones", reconoce Gregorio Álvaro, responsable de Agroecología de Ecologistes en Acció de Catalunya.

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