¿Dónde se meten?

Porque a los codiciados turistas de la Volvo ni se les ve ni se les oye ni se gastan un duro, para disgusto de los que viven de ventas.
Dicen que vendrán, que colapsarán las nuevas y flamantes aceras, que abarrotarán los bares, los museos y los mares. Pero nadie los ha visto. Será porque son nórdicos, pálidos, discretos o muy ahorradores.

Lo cierto es que, pese a quien pese, si han llegado, deben de estar escondidos en las bodegas de sus barcos, poniéndose ciegos de marisco y orujo a nuestras espaldas. Y mientras toda la ciudad los espera con ansias de bienvenida, con las flores recién plantadas y los escaparates relucientes, ellos ni saludan.

Quizá estén reservando las fuerzas para esmerarse en la regata y, a lo mejor, el sábado salen de sus escondrijos todos en masa para hacerse al mar con viento fresco. Aunque seguro que alguno habrá que saque cinco minutillos para comerse unas ostras en A Pedra o comprarse un recuerdo. No hay que desesperar, porque habelos haylos. Lo difícil es saber dónde.

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