La sociedad ha perdido la fe en la política

Una manifestante lleva una pancarta con el lema contra el conflicto de Irak: "No a la guerra".
Una manifestante lleva una pancarta con el lema contra el conflicto de Irak: "No a la guerra".
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Una manifestante lleva una pancarta con el lema contra el conflicto de Irak: "No a la guerra".
Rebeca QueimaliñosEl aspecto del electrocardiograma es inquietante. Desprende aroma a desfibrilador y final fatídico. Pero la autopsia necesita cuerpo. Y no habrá cadáver. Los diagnósticos de la sociología funcionan como la energía: ni se crean ni se destruyen, tan sólo se transforman. Y este electrocardiógrafo es estrictamente pedagógico. Diagnóstico: la sociedad ha perdido la fe en la política. Prescripción médica: tiempo. Los sociólogos muestran impasibilidad ante la inquietante imagen del gráfico. Sus argumentos para interpretar la decrépita actividad ‘eléctrica’ del desencanto son hetereogéneos, pero la "periodicidad" de la historia justifica la década de la apatía.

"La desconfianza en la clase política es cíclica". El sociólogo Salvador Giner cree que la corrupción ha motivado la última crisis de escepticismo, aunque valora la salubridad de una democracia capaz de detectar células cancerígenas. "Necrosis hay en todas las facetas de la vida. Lo importante es que funcionen los mecanismos para erradicarla". Y en España funcionan. Veinte alcaldes han sido procesados en 2009 y más de 300 personas –entre políticos y funcionarios– serán juzgadas este año por corrupción, un delito que ha sustraído en España más de 4.000 millones de euros en los últimos diez años.

Ante la corrupción política, la reacción natural atraviesa dos etapas: rabia y desapego. Los expertos defienden que la sociedad posee capacidad de regeneración y muy poca memoria histórica. Pero, a día de hoy, este país hiberna en la apatía. Y el problema no es el letargo, sino sus consecuencias: el hastío crea egocentrismo. Y el egocentrismo, vanidad. La metamorfosis que han sufrido las movilizaciones sociales en España en las dos últimas décadas ilustran esta idea. La utopía ha dejado de ser un arma de reclutación masiva. Y el altruismo ya no agita conciencias. Las consignas del mayo francés se han deformado. Sean realistas, pidan lo posible. Y la sociedad posmodernista lucha a golpe de clic a través de fibra óptica y microcosmos virtuales.

Los españoles ya sólo pisan con furia el asfalto si el Plan General de Ordenación Urbana ha proyectado un cementerio nuclear en el patio trasero de su edificio. O si temen que el trasvase de algún río pueda deshidratar los acueductos que suministran agua a sus hogares. "Solamente nos vinculamos a la política cuando nuestros intereses personales se encuentran amenazados. Somos ciudadanos reactivos, no activos", concluye el catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid Fernando Vallespín.

La despolitización moderna es un problema de responsabilidad compartida. La sociedad contemporánea ha heredado la máxima franquista de no injerencia en política para evitar encontronazos con el régimen. Y la indiferencia por miedo ha derivado en desinterés por pura rutina. «Es un síntoma clásico de las democracias recientes», matiza Vallespín. El circo mediático también ha ambientado el escenario de la despolitización. Los medios de comunicación se han convertido en manufacturas del exceso. Panfletos pretenciosos. Sicarios a sueldo del escándalo. Falta un contexto informativo que favorezca el debate constructivo y discusiones pedagógicas. "La información promociona la crispación y se apuesta por temas breves y efectistas. Esa línea editorial es incompatible con un escenario que promueva los valores y premie las ideas", matiza Vallespín. La información política es la gran damnificada por este modelo basado en el histerismo cuantitativo. Los grandes titulares se recrean en los espectáculos más lamentables de la cosa pública.

La sociedad percibe ese ambiente sofocante y reacciona distanciándose. "La banalidad mediática de la política provoca que los ciudadanos no se interesen en las leyes que les afectan y que les resulte indiferente las personas que dirigen los Ministerios y los programas que desarrollan". La consecuencia a medio plazo es que los gobernantes se convierten en rostros conocidos y personalidades anónimas.

Y la sociedad ha adoptado esos patrones. Las movilizaciones de la última década revelan tres características en común: intensidad, pasión y brevedad. En perfecta concordancia con los grandes titulares. Los últimos años han demostrado que Otro mundo es posible ya no es posible. La corriente antinuclear se desintegró en la década de los noventa. El movimiento altermundista que se reveló en Seattle contra la Organización Mundial del Comercio (OCM) y que amenazaba con reventar los cimientos del capitalismo sólo ha conseguido arañar su fachada. La Cumbre de Copenhague concluyó en fracaso. Y el ecologismo terminó entre rejas. No corren buenos tiempos para el romanticismo...

La decepción prolongada desencadena crisis de escepticismo. Y en España la desconfianza precedió a la crisis económica. Así que la recesión financiera consiguió impresionar, pero no movilizar. España ya suma 4.326.500 de desempleados. Un total de 500 autónomos cierran cada día su negocio ante la falta de liquidez para financiar su actividad. Y 114.000 personas perdieron sus viviendas en 2009 por embargos hipotecarios. "Es inaudito que un país en medio de una crisis tan agresiva y espectacular no haya reclamado una huelga general", explica Giner. Pero no hubo convocatoria. Y nadie se quejó.

El efecto dominó deriva en la teoría del caos. El objetivo es localizar el aleteo de la mariposa a partir del huracán. Descubrir el porqué de una sociedad narcotizada. Los sociólogos coinciden en que la base del problema es educativo. El escenario pedagógico es insuficiente. Las expectativas laborales son nulas. Y la realidad contradice diariamente a los valores didácticos. "La educación triunfa si hay un espacio público preparado. Y en España no existe", matiza Vallespín. Los ciudadanos necesitan modelos en los que verse reflejados. Y la realidad está distorsionada. "¿De qué sirve Educación para la Ciudadanía si determinados personajes públicos la desprestigian de forma automática y los valores aprehendidos en la escuela no se ven reflejados en la sociedad?". La juventud carece de referentes. Ha claudicado y se aproximan más al modelo light hikikomori –jóvenes japoneses que, abrumados por la sociedad, se sienten incapaces de cumplir los roles sociales y reaccionan aislándose– que al modelo parisino del año 1968.

El célebre sociólogo polaco Zygmunt Bauman analiza estos comportamientos desde una perspectiva más histórica y menos dramática. Barman relaciona el periodo apático con su teoría de la sociedad líquida: en la época del Renacimiento se creía que se había alcanzado la perfección y que cualquier cambio sólo podría ser a peor. La sociedad contemporánea ha invertido las pautas de comportamiento. Ahora, la metamorfosis es un síntoma de buena salud. Resolvemos los problemas para solucionarlos, pero con la certeza de que otros se gestan en la recámara de la mente. "Cualquier gestión de la crisis crea nuevos momentos críticos", dice Bauman. Quizá por eso hemos optado por la desidia. Para evitar revelarse contra la vulnerabilidad. "La apatía es la solución, es decir, resulta más fácil abandonarse que enfrentarse a la vida...", asegura Morgan Freeman en la película de David Fincher, Seven. "Dios nos libre de pasar 20 años sin una rebelión", responde Jefferson. Y ya han pasado 41 años del mayo francés...

Movimientos sociales y decepciones colectivas

La década de los 90 también produjo macrorrevoluciones de genética social. Algunas se han volatilizado. Y otras resisten en la retaguardia. Bertold Brecht defendía que las insurrecciones se producen en callejones sin salida. Quizás alguna aún encuentre la puerta de emergencia...

Movimiento antinuclear: revolución precursora

La corriente surgió en la década de los años 70 como respuesta al uso de la tecnología nuclear. El movimiento contribuyó decisivamente a la evolución de grupos vinculados al movimiento pacifista. Pero la paralización de los programas nucleares fue una consecuencia directa de los trágicos accidentes ocurridos en Harrisburg (Pensilvania, 1979) y Chernóbil (Ucrania, 1986).

Antiglobalización: resistencia sin secuelas

Es una corriente de protesta mundial que aúna decenas de grupos que rechazan el capitalismo y el modelo neoliberal. Su apogeo coincidió con las multitudinarias manifestaciones en la Contracumbre de Génova del G8 (2001). El movimiento resiste. Pero es más incómodo que efectivo.

No a la guerra: fracaso agridulce

Foros sociales y organizaciones no gubernamentales movilizaron a millones de personas de todo el mundo en el año 2003 para evitar la guerra contra Irak liderada por Estados Unidos. El objetivo fracasó. Pero la organización y coordinación internacional inauguró otra forma de rebelión y demostró que la unión hace la fuerza.

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