Playas, fiestas, desenfreno... A finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, la juventud norteamericana comenzaba a despertar de su letargo. En las playas del sur de California, un singular deporte inventado dos siglos antes en Hawai renacía de sus cenizas. Y con él, un sonido único y propio.

De la mano de músicos como Dick Dale se dio forma a un subgénero del rock and roll instrumental que emulaba el sonido de las olas gracias al reverb, un efecto de guitarra que prolonga el sonido haciéndolo más ondulante. Decenas de bandas comenzaron a surgir por todo EE UU: The Surfaris, The Trashmen, The Chantays, The Astronauts… El surf vivía sus años dorados.

Más allá de nombres y datos, el surf es, ante todo, una manera de sentir la música y vivir la vida. "Es efervescencia, es frescura... Es una juerga, tanto en un escenario como a la hora de escucharlo", apunta David Krahe, miembro de Los Coronas y uno de los padres de la escena española actual del género. Y es que el surf hispano vive unos días de gloria que, aunque no lo parezca, comenzaron hace ya tiempo.

Surfin' Spain

Muchos pensarían que, cuando el surf echaba a andar en EE UU, en la España de Franco no se pasaba de las suecas en bikini. Pero no fue así. Al menos en lo musical. Porque en los años sesenta, nombres como Los Relámpagos, Los Flaps, Los Pekenikes o Los Sónor ya ejercían de valiosos representantes de la música instrumental de aires surferos made in Spain. Y es que, aunque sumidos en una gris dictadura, pocos podían ganarnos en sol y playa.

Pero los sesenta tocaron a su fin y, tras tres décadas de ostracismo, tuvo que venir otro americano para volver a poner el surf en boca de todos. Tarantino y Pulp Fiction llevaban el Misirlou, de Dick Dale, a la actualidad musical de mediados de los noventa. Y con él, a todo el género que el propio Dale contribuyó a crear de forma de decisiva.

"Pulp Fiction fue una película clave para revitalizar el género", sostiene Diego R. J., organizador del festival Surforama y presentador de El Sótano, de Radio 3. Aunque apuntilla: "Lo fue, sobre todo, en EE UU. Aquí en España, aunque ayudó, no tuvo la repercusión". Así que más bien la gente empezó a saber que aquellas guitarras veloces y esos ritmos irresistiblemente bailables eran música surf. No es poco.

El hecho es que España es un país de paradojas. Quince años después de la obra maestra de Tarantino, hoy el surf español atraviesa un momento excepcional, un revival sin precedentes que no tiene su réplica al otro lado del Atlántico. "Nunca ha habido un momento como éste en España desde los años sesenta", asegura Diego.

Comienza así a producirse un fenómeno natural: nuestro país se ha convertido en un exportador de bandas de surf. Los cántabros Los Derrumbes giran por México, los vascos Longboards, por Costa Rica, California y Hawai, los zaragozanos The Vibrants, por Italia y Centroeuropa...

España exporta surf. "Se puede decir que nuestro país está al frente del revival", dice Diego. No hay más que atender al número de bandas para confirmarlo: The Imperial Surfers, Los Tiki Phantoms, Los Malignos, Los Tikinautas, Los Pataconas... Surf para dar y tomar.

El estigma

La ausencia de voz que caracteriza al surf es, a la vez, su mayor seña de identidad y su mayor estigma. Según a quién se le pregunte. "Durante mucho tiempo se ha tratado a este género como si perteneciese a una categoría inferior", sostiene Diego. "Siempre hemos sido los raros. La gente nos miraba en los primeros conciertos como esperando a que saliese el cantante", recuerda David.

Lo que queda claro es que, por mucho que llene páginas de periódicos, el surf seguirá siendo un género minoritario, casi imposible de escuchar en las radios comerciales y concebido para ser disfrutado en pequeñas salas. Y quizá sea así como deba permanecer.