El niño que tocaba ante las olas: Ry Cooder viene de gira a España por primera vez

  • El guitarrista californiano es autor de más de 40 discos.
  • En ellos guarda la esencia musical del s. XX, del blues al son cubano. 
  • Estará la semana que viene en Barcelona, Madrid y Bilbao.
Ry Cooder.
Ry Cooder.
Susan Titelman
Ry Cooder.

Si fuese necesario nominar a alguien como comisario -esa palabra que los esnobs han cambiado por curator- del legado musical del siglo xx, sería insensato discutir que Ry Cooder es uno de los mejores candidatos para el puesto.

Al músico estadounidense nunca le han reprimido las fronteras geográficas o formales, ni mucho menos la discutible dictadura del tiempo. Tras casi cuatro décadas de carrera, sigue empeñado, con afán casi etnográfico, en preservar esencias.

No me gusta ser observado ni entretener a los demás, no busco aplausos

La oportunidad es de las que no conviene dejar pasar de largo. Enemigo declarado de los escenarios y las apariciones públicas ("no me gusta ser observado ni entretener a los demás y no busco aplausos"), Ry Cooder toca la semana que viene por primera vez en España.

Los conciertos se celebran en Barcelona (martes, Palau Sant Jordi), Madrid (miércoles, Palacio Municipal de Congresos) y Bilbao (jueves, Palacio Euskalduna). Las entradas son numeradas, cuestan entre 60 y 72 euros y pueden comprarse en la web www.ticktackticket.com o en el teléfono 902 150 025.

Fama sin rostro

Los poderes de Ryland Peter Cooder (1947, Los Ángeles, EE UU) son de tal dimensión que resulta casi imposible no haber escuchado su música: la mandolina en los mejores discos de los Rolling Stones, la sintonía de Documentos TV, la banda sonora de Forajidos de leyenda, Crossroads o París, Texas, la astuta maniobra comercial con la gerontocracia del son cubano de Buena Vista Social Club...

La paradoja es que muy pocos serían capaces de poner cara a tanta y tan diversa obra. Cooder es refractario a las campañas de promoción. Jamás le verán en un dominical o un late night.

Ahora es un cascarrabias, pero alguna vez fue un niño tímido, descendiente de inmigrantes de los Países Bajos, al que regalaron una guitarra cuando convalecía tras clavarse un cuchillo en el ojo izquierdo en un accidente doméstico.

Vivía en Santa Mónica, cerca del aeropuerto, y pedaleaba en la bici para tocar bajo el bramido de los grandes aviones. A veces iba más lejos y se acercaba a la costa del Pacífico.

Un niño, el golpe arrítmico de las olas, una guitarra y las canciones de Bob Wills y Kitty Wells que ponían en la radio cuando la radio era radio: así de fácil se escriben las leyendas.

A los 16 era el mejor guitarrista del área de Los Ángeles y empezaron a llamarle para tocar en sesiones de estudio. A los 20 nadie le tosía, especialmente con la guitarra steel, tocada utilizando un pedazo de metal o cristal en lugar de digitalizar las cuerdas en el mástil.

Los Rolling Stones, con quienes flirteó, le robaron el riff de Honky Tonk Woman. Cooder les acusó de plagio, pero el asunto se resolvió fuera de los tribunales.

Ha grabado más de cuarenta discos, casi todos inspirados en una época anterior a la suya: blues, canciones de burdel, calipso, cantos hawaianos, gospel, jazz, viejas baladas de pioneros, lamentos de pobladores de las montañas.

El carácter escénico de su guitarra reverberante le convirtió en un habitual compositor de bandas sonoras durante la década de los años ochenta. Salió escaldado de la experiencia y en una reciente entrevista calificó a los productores de Hollywood de "reptiles".

Radio-teatro

Infatigable buscador de maridajes, en los últimos tiempos se ha empeñado en un trabajo de recuperación de la historia oculta de California. Hasta ahora ha editado tres capítulos de lo que llama "radio-teatro": Chavez Ravine (2005), sobre la destrucción de un barrio chicano para construir un estadio de béisbol; My Name is Buddy (2007), una fábula contada por un gato izquierdista, y I, Flathead (2008), sobre los obreros de la industria pesada de Los Ángeles.

Todo se está desmantelando:
los discos de vinilo, las emisoras de radio, las tiendas...

Le gustan las guitarras baratas que puede arreglar él mismo ("Robert Johnson nunca necesitó un instrumento caro") y se siente perdido en un mundo donde los recuerdos son sellados con asfalto.

"Todo se está desmantelando: los discos de vinilo, las emisoras de radio, las tiendas...", dice. Ry Cooder, por supuesto, sigue viviendo en Santa Mónica, cerca de los aviones y las olas.

El Flaco se queda en casa

Los dos pluses añadidos a la gira europea de Ry Cooder se han quedado en uno. Leonardo Flaco Jiménez (1939), el rey del acordeón y uno de los santos patrones de la música fronteriza del tex-mex, se ha quedado en su natal San Antonio (Texas) por consejo médico.

El multipremiado músico sufre una hernia discal en la zona lumbar que le provoca intensos dolores, anunció hace unos días la casa discográfica Nonesuch Records.

El segundo gran aliciente sí que viene a España: el bajista y cantante inglés Nick Lowe (1949), un camaleónico músico y productor, que ya había acompañado a Cooder en el fugaz pero potente grupo Little Village.

A la batería estará Joachim Cooder, hijo del cabeza de cartel. También cantará y tocará el keytar (sintetizador que se cuelga del cuello, como una guitarra) Juliette Commagère, líder del grupo Hello Stanger.

No pases de...

´París, Texas´.UNA PELÍCULA

Paris, Texas (Wim Wenders, 1984. Arte Vídeo, 13 euros). Mapa sonoro y psicoemocional de Ry Cooder para una película inolvidable: la crónica del amor imposible entre Travis (soberbio Harry Dean Stanton) y Jane (Nastassja Kinski en el papel de su vida). La guitarra slide de Cooder toca blues a cámara lenta con gemidos que llegan hasta el horizonte, regresan y vuelven a marcharse. Merecida Palma de Oro en Cannes.

´Rising Songs´UN DISCO

Rising Sons (Sony, 1992. 12 euros). Enterrado en los sótanos de la discográfica Columbia desde su grabación, entre 1964 y 1966, hasta que el clamor popular exigió la edición, en 1992, el disco presenta los primeros tanteos de dos prodigios: el inconformista cantante Taj Mahal y el jovencísimo guitarrista Ry Cooder, fascinados por el redescubrimiento del blues que venía del Reino Unido. Enérgicas versiones de Statesboro Blues, Dust My Broom y otros clásicos.

 UN LIBRO

Cruzando el paraíso (Sam Shepard. Anagrama, 1997. 19,5 euros). Sam Shepard, además de un buen actor, es el mejor narrador de las malas tierras del Midwest estadounidense. Sus cuentos son cada vez más depurados y económicos, casi sin adjetivación, centrados en nombrar las cosas. El guión de Paris, Texas está basado en una narración suya, pero quizá éste sea su mejor libro.

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