¿A que no sospechaba que con los residuos que genera Madrid en un año podría formarse una montaña de 500 metros de altura? ¿Ni que cada madrileño contribuye a tan atípico monte con más de un kilo de desperdicios diarios, casi la misma basura que produce un neoyorquino?

Estas cifras las conocen bien en el basurero de Valdemingómez (el vertedero de la capital donde se reciben a diario 4.286 toneladas de los 21 distritos de la ciudad).

Nadie diría, sin embargo, que en el centro se manipula semejante volumen de basuras. La planta de tratamiento de residuos sólidos urbanos (de 200 hectáreas) no es un basurero al uso. Sorprende la extrema limpieza de sus instalaciones y la ausencia del nauseabundo hedor asociado a sus actividades.

Su directora general, Miriam Sánchez, lo aclara: "Es una de las instalaciones más modernas de Europa, donde todo se cuida al detalle". Y parece ser cierto. Atrás queda una dilatada historia que se remonta a 1978, fecha en la que se inaugura el antiguo basurero al sudeste de la capital, muy cerca de la A-3, en Villa de Vallecas.

Biogás para la red pública

Valdemingómez se ha convertido desde entonces en una planta de referencia. Tanto que a día de hoy ultima un proyecto pionero que verá la luz en próximos meses y que permitirá suministrar biogás producido en la planta a la red primaria de gas natural.

"Es un avance que nos permitirá superar la dependencia del combustible fósil", explica Sánchez. Y es que, según la normativa europea, el 20% de la energía producida en España para 2020 debería ser renovable, un objetivo lejano.

Mientras llega esa fecha, la actividad es frenética en todo el complejo, donde destacan las plantas de tratamiento y compostaje de Las Lomas, La Paloma y Las Dehesas, además del antiguo vertedero de La Galiana (ahora sellado) y dos plantas de biometanización inauguradas en febrero.

Hasta aquí llegan a diario (en horario nocturno y diurno) más de 400 camiones con toda clase de residuos (el 80% de ellos orgánicos).

Verlos llegar es todo un espectáculo. Un nuevo acceso inaugurado en junio de 2008 les evita tener que atravesar como hasta ahora la deprimida Cañada Real.

Una vez en casa, los camiones son sometidos a un doble proceso de pesado y descarga para contabilizar hasta la última gota de la basura que transportan (pelotas, latas, muebles, electrodomésticos, papel, vidrios... y todo lo imaginable).

Más mujeres

Es luego cuando les llega el turno a los pulpos (las pinzas gigantes que distribuyen la basura y la redireccionan a una u otra cinta de tratamiento). Allí, manos expertas (sobre todo mujeres) proceden a su selección manual.

"Ellas aguantan más un trabajo tan rutinario, aunque movemos al personal con frecuencia para que no se aburra", explica la directora general.

Procesos internos ocultos a la vista devuelven los materiales irreconocibles. Fardos multicolores adecuadamente prensados constriñen lo que antes eran latas de refrescos, papel de periódico o botellas de plástico multiuso. Desechos reciclados que bien valdrían para una moderna mesa de diseño o un sillón de lo más confortable. La mayoría, eso sí, se reencarnarán en sus envases originales.

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