Hace unos días Miguel Ángel Silvestre Rambla (6-04-1982) zambullía su cuerpo compacto en una piscina municipal de Castellón de la Plana, dejando tras de sí una estela de burbujas que retozaron con las bañistas, provocándoles cuadros de cosquillas y quemazón.
Al salir del agua, su pecho recién lavado turbó las miradas de reojo de los nadadores masculinos. No sabemos si, una vez en el vestuario, el castellonense reprodujo una de sus secuencias más celebradas y permitió que la ducha enjuagara, despacio, los últimos restos de cloro y sudor. En esta ocasión, la cámara del cineasta Iñaki Dorronsoro no estaban allí para atestiguarlo.
Un tímido entre desvelos
Desde que Miguel Ángel Silvestre se convirtió hace algo más de un año en El Duque, el protagonista de una de las series de más éxito de la televisión, las visitas a su ciudad natal se han convertido en un acontecimiento: las mujeres de edad se le acercan en el mercado para mostrarle las fotos de sus nietas casaderas, sus antiguos compañeros del colegio de los Carmelitas disfrutan relatando la estrecha amistad que les unía, y una peluquería ha colgado en el escaparate su imagen como reclamo.
También las cosas han cambiando en las playas gaditanas, adonde al actor le gustaba escaparse para "coger las olas": un paparazzi le sorprendió una tarde embutido en neopreno y al día siguiente la zona se había convertido en un hervidero de fotógrafos.
En ninguna de estas incursiones se lo ha puesto fácil a los reporteros. La fama ha convertido a Silvestre -de quien, se dice, es simpático, cordial y ligeramente tímido en las distancias cortas- en un ejemplar tan cotizado como escurridizo.
Nada más terminar la segunda temporada de Sin tetas no hay paraíso, puso tierra por medio en un intento por recuperar su intimidad, el balance y la cordura. Durante parte de este retiro, le acompañó su novia, la también actriz Belén López, quien actualmente encarna el papel de Bea en la ficción Pelotas.
El galán que le robó el nombre
Según sus compañeras de reparto, Miguel Ángel no tiene nada que ver con El Duque: el actor es "más cariñoso", a la par que un gran trabajador. También el propio interesado ha querido dejar patente sus diferencias con el personaje que ha interpretado durante un año y que le ha reportado más de un galardón.
Pero es precisamente El Duque, un rico narcotraficante perdonavidas de mirada ceñuda y afonía crónica, el que sedujo a madres e hijas desde el prime time, la franja horaria de máxima audiencia.
Para Iris Lezcano, la Paula de Sin tetas no hay paraíso, no es ninguna sorpresa: "En el fondo a todas las mujeres les gustan los tipos duros", señalaba el pasado noviembre en una entrevista.
Para su compañera de reparto, Thaïs Blume, "la dualidad del hombre sin escrúpulos con buen fondo" es la responsable de que El Duque se haya convertido en todo un fenómeno televisivo.
Por su parte, Silvestre ya ha anunciado que no continuará en la serie en la próxima temporada, y tras su fallecimiento de pega en la pequeña pantalla, se dedicará a ciertos proyectos cinematográficos que, se rumorea, le reserva Telecinco. El trono de uno de los personajes más atractivos de la televisión está vacante.
"Todo empezó con un beso"
Una grave lesión de hombro truncó sus sueños de dedicarse al tenis de forma profesional y le empujó a estudiar Fisioterapia, profesión a la que se dedica su padre. No terminaría la carrera: su tía despertó antes en él el gusanillo de la interpretación.
El actor recuerda con satisfacción cómo la primera secuencia que rodó era aquella en la que debía besar a Silvia Abascal. "Empecé por la puerta grande, empecé con un beso", recordaba hace unos años, sin poder ocultar su sonrisa.
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