Cuando restaban dos semanas de funciones, El caso de la mujer asesinadita se retiró, en mayo de 2008, de la cartelera teatral. Su protagonista, Isabel Ordaz, tuvo que ser intervenida por una anisakiasis.

¿Cómo afrontan el reestreno?

Con mucho ánimo, la suspensión fue un poco dramática. Que el teatro nos haya programado de nuevo me quita una espina increíble. Fue un episodio de salud... ¡tenéis que congelar el pescado! (risas).

¿Qué le gusta del personaje de Mercedes?

Lo bonito es que tiene un cambio: al principio está muy desestabilizada, nerviosa e infeliz y luego se va encontrando con su alma gemela.

Como ella, ¿usted sueña?

Sí, soy hija de la ciencia ficción, prácticamente (risas). Es bueno tener abierto el puente entre el consciente y el inconsciente; la realidad y los sueños; la materia y el espíritu..., esos binomios imprescindibles.

¿Y cree en el más allá?

¿En cuál más allá? Hay varios.

En alguno.

Creamos, por si acaso (risas).

¿Es Mercedes una víctima?

Se conforma como se conformaban todas las mujeres de su generación, como se conformó mi madre. Pero ella trata de encontrar una vía de salida.

¿Qué habría sido si no fuese actriz?

Actriz (risas). Es un oficio muy bonito, del cual me siento muy enamorada. La escritura me interesa, de hecho he publicado un par de poemarios. Siempre estoy escribiendo cosas, cuentos, relatos pequeños.

En la interpretación, ¿tiene un género predilecto?

El teatro; no es predilecto, pero sí la madre del cordero. Si estoy un año sin hacer teatro lo echo de menos. Luego, el trabajo en televisión ha sido muy celebrado, lo cual es maravilloso. Cine no he hecho demasiado, tengo una cuenta pendiente. Pero los tres son necesarios.